El barómetro del CIS refleja algo más de lo que nos dicen los titulares de los principales medios. Una realidad compleja que mantiene soluciones del pasado.

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Esto del barómetro del CIS es apasionante y, desde luego, da para mucho.

Y es que si uno analiza los titulares que la prensa suele utilizar a la hora de describir sus resultados, se encuentra con frases del tipo: “El PP volvería a ganar las elecciones si se celebraran hoy” o “Ciudadanos se coloca como segunda fuerza política.

Es decir, se encuentra uno con titulares de trazo grueso que, normalmente, tienden a simplificar los datos con intenciones que no siempre son, precisamente, santas.

Quién gana las elecciones

Por ejemplo, el tema de ganar las elecciones. Un concepto que determinados intereses tratan de fijar en el imaginario colectivo para justificar, así, gobiernos sin un auténtico respaldo electoral, allá penas si la primera posición se alcanza con una diferencia de dos votos o de dos millones. El caso es que el que saque más ya tenga derecho a gobernar.

Claro, el problema es que eso no es más que una extraña adaptación del sistema mayoritario y resulta que la Constitución establece que aquí nos regimos por el sistema proporcional.

Se nos bombardea continuamente con eso de que determinado partido ha ganado las elecciones cuando la realidad es que sólo ganan los comicios aquellos que son capaces de formar gobierno con suficiente respaldo parlamentario. Lo demás son filigranas dialécticas y, si no, que se lo pregunten a la señora Arrimadas y su espectacular “victoria” en Cataluña.

Una situación compleja

Lo que pasa es que la situación política española es más compleja que el fogonazo de esos bien medidos titulares.

En realidad, lo que reflejan los barómetros del CIS – y este último no es más que otro eslabón en la cadena – es una correlación de fuerzas que ha pasado de una situación en la que dos partidos competían entre sí con apoyo puntual para formar gobierno de fuerzas periféricas (eso que en las encuestas se agrupa en el bloque de los «otros») a otra situación en la que dos bloques ideológicos compiten entre sí pero que, a su vez, necesitarán apoyos puntuales de fuerzas periféricas para poder formar gobierno. El ejemplo más próximo está en la discusión presupuestaria  y el apoyo de los cinco diputados del PNV.

La izquierda debería reflexionar

Y podría parecer que es lo mismo, pero no lo es porque, a la dialéctica normal que existía entre los dos partidos que competían, se añade ahora la tensión entre partidos del mismo bloque para tratar de obtener eso que se conoce como la hegemonía.

Lo que refleja el barómetro del CIS

Eso es lo que, al final, se refleja en este último barómetro del CIS, aparte de ganadores al borde del colapso o de revelaciones portentosas que ni siquiera comen todo lo que pierde el otro.

Pone ante nuestros ojos a cuatro partidos, prácticamente en empate técnico en cuanto a porcentajes (otra cosa serán los escaños), a dos bloques a derecha y izquierda, separados en estos momentos por cinco puntos, y a un bloque de los «otros» que, por cierto, ha crecido un veinte por ciento y cuya composición es, al final, la que puede decidir la formación o no de un futuro gobierno.

Porque, además, Ciudadanos, después de aquellas veleidades incluso socialdemócratas con las que amagó en un principio, se ha olvidado de transversalidades, ha resuelto definitivamente cuál es su territorio de caza y a ello se viene empleando sin disimulo en su estrategia de ir apuntalando la miseria de los populares hasta que los votantes de la derecha vayan oliendo la sangre y decidan pasarse a un nuevo carro más moderno,  desenfadado y presuntamente ganador.

Otra cosa ha de ser, en estas peleas por la hegemonía del bloque, lo que, al final, y a la hora de conseguir diputados, suponga la influencia de las estructuras territoriales que juegan a favor de los dos partidos preexistentes, sobre todo en circunscripciones pequeñas.

Porque hay quien piensa que llegar y besar el santo se hace a golpe de tweet y que es muy fácil montar candidaturas sin esa implantación territorial.

Luego llega la hora de abrir urnas y contar papelitos y alguno vuelve a recontar una y otra vez porque no encuentra lo que le prometían las encuestas y los palmeros de turno.

Juan Santiago