El nuevo Gobierno socialista de Pedro Sánchez no tiene un problema de debilidad o fortaleza sino de viabilidad. La audacia y la búsqueda de la estabilidad son sus instrumentos.

gobierno viable

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Es indudable que, en España, un gobierno que se sustenta en ochenta y cuatro diputados es un gobierno que tiene ante sí un camino plagado de dificultades. Un gobierno que está obligado a negociar, día a día todo el contenido de sus propuestas. No sólo los grandes principios sino la letra pequeña de sus decretos, los puntos,  las comas y hasta los puntos suspensivos.

Esa es la realidad y no creo que, a estas alturas, ni en la dirección socialista ni en su militancia nadie se esté autoengañando.

Dificultad y estabilidad

Ahora bien, un gobierno en dificultades no es, necesariamente, un gobierno débil. En realidad, la fortaleza o estabilidad de un gobierno no la concede exclusivamente el número de diputados. Por ejemplo, un gobierno débil, socavado por las carnicerías internas, fue el de Suárez de 1981 a pesar de sus 166 diputados, casi el doble de los que tiene el PSOE; débil era el anterior gobierno de Rajoy, carcomido por la corrupción y débil fue el de Aznar en 2004 cuando intentó cabalgar en la mentira para tratar de apuntalar su debilidad.

La cuestión no es simplemente de fortaleza o debilidad. La consistencia de un proyecto no reside tanto en las bancadas del Parlamento como en las aceras de las calles por donde caminan los ciudadanos. Reside, mucho más en la percepción de una opinión pública capaz de situarse detrás de lo que considera propio.

Tiene, por tanto, mucho más que ver con conceptos como credibilidad, coherencia, seriedad o sensibilidad que con mera y fría aritmética parlamentaria.

Aún así, un gobierno que se apoya en una escasa cuarta parte del Congreso, que se enfrenta a una mayoría absoluta en el Senado y que está a expensas de un árbitro parcial como es la actual Mesa del Congreso (por cierto, la mejor jugada de Rajoy en esta legislatura) tiene un problema real de viabilidad.

Y esa es la cuestión. La viabilidad.

La viabilidad

Porque, indudablemente, para que el gobierno socialista sea viable, además de una composición más que notable como la que ha conseguido reunir Sánchez, necesita un margen de maniobra que le impida la asfixia y le permita no estar todo el día abrasado entre fuego amigo y enemigo.

Ese margen de maniobra, a mi juicio, sólo se puede conseguir de dos maneras: a través de una sobrehumana capacidad de negociación (y aquí es de una importancia vital la dirección del Grupo Parlamentario) o a través de acuerdos estables.

En cuanto a lo primero, la tarea de Adriana Lastra, una mujer que se jugó su caudal político a una sola carta, ha de ser decisiva, aunque yo creo que nadie en este momento le envidia el recado.

Y en cuanto, a lo segundo, yo creo que, al revés de lo que decían las ventanas de los antiguos trenes, hay que mirar al exterior y buscar fórmulas contrastadas.

De gerigonças y Frankestein

Y mientras que para estudiar las posibilidades de una Ley de Claridad como instrumento en el conflicto territorial hay que viajar hasta Canadá, en el caso de la gobernabilidad, no hay que ir muy lejos. A escasas seis horas de coche y a poco más de una de avión está Lisboa donde Antonio Costa va camino de cumplir tres años con el gobierno de la gerigonça como lo llamaba la derecha portuguesa. Aquí lo llaman Frankestein. Y va camino de hacerlo con un gobierno monocolor y 86 diputados de 230.

La izquierda debería reflexionar

Pedro Sánchez lo sabe bien. Visitó a Costa en enero de 2016, recién salido de las urnas, buscando inspiración y queriendo hacer un gesto que fue mal recibido, por cierto, a nivel interno. Conoce la salida de Costa y cómo se pudo armar, primero una moción de rechazo y luego un acuerdo para estabilizar al gobierno socialista. Lo primero ya está resuelto. Falta, pues, la segunda parte.

Y no diré que la situación aquí es la misma y que todo se puede calcar. En absoluto. Sabemos que Portugal no tiene, por ejemplo, una cuestión territorial a flor de piel como tenemos aquí, pero no se trata de copiar los ejemplos sino de inspirarse en ellos.

Pedro Sánchez ha demostrado audacia para aprovechar el momento y solidez a la hora de armar un equipo.

A lo mejor ahora lo que le hace falta es ponerle música al tema y acordarse de lo que decía Siniestro Total:

Y menos mal que nos queda Portugal.

Ante todo mucha calma y a capear el temporal.

Juan Santiago