Sobran políticos con gancho y pegada y faltan políticos, como Gabilondo. Políticos serios y prudentes, que aporten conceptos, ideas y una nueva política alejada del populismo y el chunda chunda.

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Tuve ocasión el otro día de escuchar en la cadena Ser una entrevista con el profesor Ángel Gabilondo a propósito de toda esta basura que se ha ido acumulando con ocasión del master supuestamente cursado por Cristina Cifuentes.

Y tengo que decir que hubo en esa entrevista dos aspectos que me llamaron poderosamente la atención y que yo creo que es bueno resaltar en estos tiempos.

El primero de ellos, se centra en las maneras. En el propio personaje.

Es difícil no comparar a esa Cifuentes histriónica o histérica del famoso video del “No me voy a ir” con los modos pausados y respetuosos de Gabilondo.

El gancho y la pegada

A este respecto, me viene a la cabeza – por cuanto yo creo que tiene mucho que ver – una frase que leí de Mercedes Fernández, Presidenta a la sazón del Partido Popular en Asturias, diciendo que, para las próximas elecciones municipales, su partido está buscando candidatos “con gancho y con buena pegada”. No hablaba de candidatos serios y honestos, ni de hombres o mujeres con buen bagaje cultural o de gestión, ni de personas con un discurso bien estructurado, que sean presentables y de los que no sienta uno vergüenza.

No. Lo importante es que tengan gancho, es decir, que tengan un cierto aire populista capaz de cautivar a esa masa a la que se considera estúpida.

Los profetas siempre fueron mal vistos

Es curioso, porque es éste un tiempo en el que los candidatos estilo Gabilondo son una rara excepción en el circo de la política española. Tan raros son que si tú te atreves a proponer – en cualquier ámbito – a alguien reposado, prudente, con la cabeza bien amueblada, serio y con capacidad de gestión acreditada, te vienen a decir que eres simplemente un perdedor. Sí, un perdedor, porque los pueblos lo que quieren son abrazafarolas sonrientes, amantes de la cuchipanda y profetas del chunda chunda. Que eso de la gestión está muy bien pero que ¡bueno! tampoco tiene tanta importancia.

Una política de ideas y conceptos

Y así vamos. Así caemos por una continua degradación de la clase política cada vez peor vista por una ciudadanía que, día tras día, se ve menos reflejada en este tipo de graciosos oportunistas encantados de haberse conocido.

Por eso es tan importante demostrar a la gente que otro tipo de políticos es posible. Entre otras cosas, porque quien es serio, prudente, respetuoso y con discurso coherente, tiene, además, conceptos políticos y éticos que ofrecer a los ciudadanos.

Ese es el caso de Ángel Gabilondo y ese es el segundo aspecto que yo quería poner de manifiesto: el contenido, la idea. Ese concepto al que nunca llegarán los del gancho y el chunda chunda.

La capacidad para enseñar que casos como el de Cifuentes, son simplemente un síntoma de una concepción del poder elitista, de gente que se cree por encima del bien y del mal, convencidos de que gobiernan por la gracia de dios y de que, por tanto, tienen derecho a apropiarse de los bienes públicos y a despreciar a la masa vulgar a la que pueden someter a todo tipo de abusos.

La nueva política

Por eso, hablar hoy de nueva política no es hablar de gente joven y divertida. Hablar de nueva política es hablar de que puede hacerla un catedrático de Ética antes que un chiquilicuatre sonriente o una presunta huelguista a la japonesa.

Hablar de nueva política es hablar de ideas, de discursos bien construidos y coherentes y de gestión honrada y eficaz.

Los ganchos, las pegadas, el uso continuo de lugares comunes y frases hechas, el abrazo perpetuo y el desprecio al bien común es lo que llena la maleta de la política más vieja y pestosa que se puede hacer.

Por eso hay que agradecer el ejemplo de Gabilondo.

Juan Santiago