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parque¿Sabes qué, Martín? Que no me siento orgulloso. Más bien me siento decepcionado y avergonzado. Decepcionado porque no se hayan cumplido casi ninguna de las esperanzas que pusimos hace ya bastantes años en que, entre todos, conseguiríamos un mundo mejor y un país más feliz. Y avergonzado por no haber sido capaz de haber encontrado para vosotros el camino para llegar a él.

Por eso haces falta. No por ti, sino por nosotros, y perdona el egoísmo. No puedes dejar que salgamos de aquí con la sensación de haber sido unos inútiles y unos ilusos que creímos en la estúpida posibilidad de cambiar las cosas.

Tu abuela, por ejemplo, que lleva toda la vida sin ceder, no se lo merece. Así, que ya sabes.

Este país necesita dos cosas que tú representas. Las nuevas miradas que puedan encontrar lo que nosotros no hemos sido capaces de ver y un motivo que nos lleve a seguir manteniendo la atención por si, al final, resulta que aún podemos hacer algo.

Un motivo para la esperanza que, si a nosotros apenas nos va a alcanzar, ha de servir para mantener los ojos brillantes de una generación como la de tus padres que aspira, sobre todo, a seguir teniendo la posibilidad de ofreceros ese país en el que aún creen.

[pullquote]«Un país, en definitiva, que busca la felicidad de sus gentes y no la riqueza de unos pocos  poderosos»[/pullquote]Verás, Martín, ese país que ahora nos están negando puede existir. No es tan complicado. Es simplemente un país en el que los niños, como tú, se educan en libertad. Un país en el que los jóvenes deciden sobre su futuro y encuentran sus objetivos en un mundo que los estimula y los escucha. Un país donde se respeta y se cuida a los que, por salud o por edad, no son productivos. Un país que establece sus caminos y sus metas con la voz de todos los que lo sostienen. Un país, en definitiva, que busca la felicidad de sus gentes y no la riqueza de unos pocos  poderosos.

Ya te digo, para eso haces falta. Para aportar lo que en este momento nos está faltando a todos aquellos que estamos perdiendo la ilusión.

Tienes que hacerlo por nosotros, neno. Para que no acabemos muriendo de vergüenza.

Juan Santiago