La dinamización económica, imprescindible para combatir el despoblamiento, tiene que partir del protagonismo de los territorios, de sus habitantes y sus dirigentes

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Estos días leíamos en la prensa que la Comisionada del Gobierno para el reto demográfico había avalado en Oviedo el Plan presentado por el Gobierno asturiano por considerar que tiene un enfoque moderno, transversal y novedoso.

Es cierto que, como ya hemos dicho aquí, se trata de un documento serio y elaborado que, efectivamente, tiene un enfoque transversal puesto que engloba acciones en prácticamente todas las materias y que lo hace mediante un método que, más que moderno, yo calificaría de acorde con las técnicas analíticas más en boga. Técnicas que, por cierto, han servido para poner sobre el papel otros planes territoriales en Asturias.

El eje 1

Si el otro día me refería aquí a la necesidad para mí ineludible de que sean los territorios los auténticos protagonistas tanto en su definición como en su puesta en marcha, hoy quiero poner eso en relación con algo que no está exactamente en el análisis de la Comisionada pero que sí forma parte de la almendra central del Plan Demográfico asturiano. De hecho, supone el arranque del Plan, el primer eje sobre el se que apoya toda su estrategia.

Ese eje inicial es la dinamización económica de los territorios. No podía ser de otra manera. Es evidente que sin actividad económica no hay población. Pues bien, esa dinamización parte de una primera línea estratégica que es la formación, una segunda que es el acompañamiento de todos los quieren estar dentro de la actividad económica y una tercera que es el impulso a los sectores productivos. En el caso del medio rural es evidente que debe centrarse en el primario, la agroindustria y los servicios. Es decir, los recursos endógenos del territorio a los que se refería el Presidente de la FAC y Alcalde de Navia, Ignacio García Palacios.

Está claro. Si en estos momentos críticos queremos que exista una actividad económica que frene la despoblación, formación, apoyo e impulso es lo que necesitan los habitantes que pueden permanecer y no abandonar. Formación, apoyo e impulso. Tres conceptos básicos.

El protagonismo de los territorios

Y aquí es donde debe entrar el protagonismo de los territorios al que me refería. De nada sirven los planes si no se encarnan en personas y en colectividades. El papel seguirá aguantando toda la filosofía que queramos si quienes tienen que poner la materia no saben que tienen que ponerla, no saben cómo pueden ponerla y nadie les pone los medios para ello.

De nada sirven unas líneas estratégicas que, sin duda, están correctamente formuladas si no hay unos dirigentes dentro de esos concejos o de esos pueblos que están dispuestos, antes que nada, a formarse ellos y luego a hacer políticas coherentes, sensatas y acordes con el momento en el que les ha tocado dirigir a su comunidad.

No podremos formar a nuestras gentes, ni podremos acompañarlas en su ciclo económico, ni podremos impulsar a ningún sector productivo si sólo nos dedicamos al chunda-chunda, si vaciamos y eliminamos medios y recursos que ya existían en lugar de potenciarlos o si no nos paramos a analizar la realidad antes de tomar decisiones que acaban influyendo en el problema.

Es verdad que eso del chunda-chunda y los bolos es mucho más divertido y también es verdad que así la gente te ríe más las gracias, pero la situación, desgraciadamente para nuestro territorio, admite ya pocas bromas.

Por eso hablo del necesario protagonismo de los territorios a la hora de abordar el reto demográfico. Nada que no esté bien imbricado en ellos tendrá un desarrollo efectivo ni conseguirá detener la sangría.

Y ¡ojo! No me refiero a que hay que venir a contar el Plan. Eso se da ya por sobreentendido. No. Hay que venir a actuar, a convencer a dirigentes y ciudadanos de que ha llegado el momento de que cada uno se ponga en su sitio y asuma su papel.

De hacer protagonistas a los que han de preservar el territorio.

A las buenas gentes y a los buenos dirigentes.

Los otros quedan para el chunda-chunda.

Juan Santiago