El descrédito de la justicia: de aquellos polvos…
28 domingo Oct 2018
Escrito por Juan Santiago * Opinión, Ecos radio
La extraña pirueta de Díez-Picazo en relación con las hipotecas no es más que otra muestra de una estrategia continuada para copar las instituciones y supone otra vuelta de tuerca al descrédito de la justicia.
Podcast: Reproducir en una nueva ventana | Descargar
Puedes escuchar el contenido de este artículo a través del playerEl escándalo provocado a costa de la paralización de las sentencias dictadas por el Supremo, en relación con las hipotecas, es un síntoma más de una enfermedad de nuestra Justicia que se ha vuelto crónica.
Y es que ya es demasiado el tiempo que la Justicia española lleva coqueteando con el descrédito de la institución.
Bueno, tal vez sea injusto hablar en genérico de la Justicia española cuando, tal vez, deberíamos referirnos solamente a la cúpula de ese poder del Estado.
De aquel pacto
Y es que ha llovido mucho y mal desde que, en 2001, Jose Mª Michavila y Juan Fernando López Aguilar lograron cerrar el Pacto de Estado para la reforma de la Justicia.
Habrá que recordar que era por entonces Presidente José María Aznar y Ministro de Justicia el hoy imputado en los papeles de Bárcenas, Ángel Acebes, y que el pacto fue suscrito por Javier Arenas y José Luis Rodríguez Zapatero como Secretarios Generales de sus partidos.
Pues bien, desde entonces hasta hoy, se ha venido produciendo una especie de descenso a los infiernos en el sistema judicial español que ha ido destrozando la propia imagen de ese sistema y su credibilidad entre los ciudadanos. Y nada ha sido por casualidad.
El caballo de Troya
En realidad, aquel Pacto fue una especie de caballo de Troya que el ejecutivo de Aznar puso a las puertas del Partido Socialista para iniciar una estrategia que le permitiera tomar el control indirecto del tercer poder. Y la verdad es que, vistos a día de hoy los resultados, no le salió nada mal.
De hecho, la clave de las negociaciones estaba en lo que, finalmente, sería el punto número 21 de aquel documento. Es decir, el sistema de nombramiento de los vocales del Consejo General del Poder Judicial. Un sistema que, aparentemente, dejaba los nombramientos en manos de las Cámaras pero que exigía que las propuestas vinieran de las Asociaciones de jueces, con el poder que eso otorgaba, sobre todo, a la conservadora y mayoritaria Asociación Profesional de la Magistratura.
Metido el caballo dentro de las murallas, el Partido Popular ninguneó el resto del contenido del Pacto hasta hacerlo prácticamente papel mojado.
Una trama contra el PP
Luego vendría la derrota inesperada y no asumida de 2004. A partir de ahí, el PP, echado al monte, con Rajoy al frente y Federico Trillo (¿se acuerdan de Trillo?) escenificando la ruptura de cualquier acuerdo en favor de la Justicia por culpa de la investigación judicial a su partido. Ya saben: aquello de que “Esto no es una trama del PP. Es una trama contra el PP”
Después, el bloqueo a la renovación tanto del Consejo General como del Constitucional, forzando la máquina hasta conseguir colocar al frente de este último a Pérez de los Cobos, un antiguo militante del PP.
O las reformas de las leyes orgánicas del Poder Judicial y del Constitucional.
Todo un entramado ejecutado a lo largo del tiempo para conseguir lo que, al final, se ha producido: una adecuación de la cúpula judicial a los dictados de los poderes conservadores que, finalmente y dejando aparte derogaciones de estatutos, rebeliones y prisiones provisionales o afinaciones de la Fiscalía, desemboca en episodios tan clarificadores de la situación como el que ha protagonizado Luis Diez-Picazo y su extraña pirueta para intentar salvar los beneficios de la banca.
Por cierto, Díez-Picazo. Un presidente de Sala prácticamente impuesto por Carlos Lesmes, a la sazón, Presidente del Supremo y del Consejo General.
Para comprender todo esto, hay que tener en cuenta que Rajoy es cualquier cosa menos novato y sabe bien que la única forma de influir y mantener las posiciones propias cuanto no tienes el BOE es ocupar el Aranzadi. Es decir, ocupar los espacios que tienen la capacidad de decidir a tu favor.
Más o menos como Trump. ¿Por qué creen que se ha empeñado tanto en el juez abusador?