Cerrado el camino a la Gran Coalición, la derecha financiera y mediática trata de armar una solución más presentable que se reagrupe a través de Ciudadanos. Algo así como una Pequeña Coalición.

 

la pequeña coalición

Parece haber un salto cualitativo en la derecha española. Me refiero, lógicamente, a la derecha financiera y mediática, aunque esta afirmación no deje de ser una tautología porque que los dineros y los medios son, evidentemente, caras de la misma moneda. Tanto como aquello de “muy españoles y mucho españoles”.

Y digo que parece haber un salto cualitativo porque, tras las vacilaciones surgidas como consecuencia de los resultados electorales de Ciudadanos, vuelve a cobrar fuerza aquella idea de los poderes hegemónicos para sustituir a la derecha amortizada y desprestigiada que supone el Partido Popular por una presunta nueva derecha, más joven, más moderna y, piensan ellos, más presentable, como es el “emergente” partido de Albert Rivera.

Da la sensación de que el tiempo de gracia de Don Tancredo Rajoy se declara pasado (aunque… ¡cuidado!) y de que, visto el descaro de coletas, rastas y mareas, es imprescindible jugar la baza B.

Si nos asomamos a los editoriales y columnas y ponemos todo ello en relación con los movimientos del dinero y con la actitud “razonable” de Rivera, no es descabellado concluir que las huestes de los dueños de la cosa han cambiado la apuesta para que, como en el casino, siempre gane la banca.

Como es necesario que algo cambie para que todo permanezca igual, si uno se fija bien, se escucha perfectamente cómo se le pasa piedra a la guadaña que segará la hierba bajo los pies de Mariano para dar la alfalfa al contrato único, a la sacrosanta unidad de la patria y a la obediencia germana del venerable recorte.

la vaca ya ha dado toda la leche que tenía en las ubres y  no merece la pena gastar ni un céntimo más en pienso

“¡Qué escándalo¡” “¡Me he enterado de que aquí se roba!” Dice alguno de estos próceres mientras trinca el último contrato en la convicción de que esa vaca ya ha dado toda la leche que tenía en las ubres y de que, por tanto, no merece la pena gastar ni un céntimo más en pienso teniendo en la cuadra ganado más joven en edad de producir.

Y en esas estamos. Con el marchar garboso de Albert poniéndole ojitos a Pedro mientras repite el dictado: Pablo y los suyos al gallinero y a ver qué hacemos con el PP. No por nada, sino porque como los números son tozudos, hay que contar con él. Eso sí, no se dice con qué PP ni con quién del PP. Ni siquiera si con todo el PP o con parte de él.

Es decir, se trata de hacer no la Gran Coalición, que eso sería llevar la cosa al límite, sino de arbitrar un escenario, una suerte de Pequeña Coalición, en la que, sería preferible que no, pero, tampoco pasa nada si hay que tragar con Sánchez. Para eso está la vigilanta de la playa, que ya sabemos cómo se las gasta y cómo es experta en echarle agua a las flores de los jarrones chinos.

Los señores del anillo saben que alguien tiene que comerse el marrón de sus fechorías y que esa Pequeña Coalición acabará acogiendo a los chicos, supuestamente limpios, que se quieran sumar al carro de la “regeneración” para solucionar la aritmética necesaria mediante una posición de “laisser faire” a un gobierno que consideran presentable y homologable, mientras se acogen al patrocinio del príncipe de Salina logrando que todo permanezca igual mediante un cambio “profundo”.

No sea que se siga hablando de ilegalización y que los juristas acaben poniéndose de acuerdo.

Juan Santiago