Los datos que se extraen de la Encuesta de Tendencias Electorales publicada por la Fundación Sistema no hace más que reforzar la necesidad de un movimiento de confluencia entre fuerzas de izquierda que muchos estamos demandando y que aquí hemos tratado en distintas ocasiones (El pacto, primero a la izquierda o Un dilema histórico)

La necesidad de esa confluencia tiene un doble aspecto: por un lado, asegurar una acción política que neutralice el desmantelamiento social al que la derecha está sometiendo a este desgraciado país y, por otro, neutralizar, de alguna manera el sentimiento de inutilidad de la política que ha calado en una parte más que sustancial de la sociedad española que, según datos de la propia encuesta, se autoubica de manera creciente en espacios de centro-izquierda o izquierda y que relega la representación parlamentaria cada vez más abajo en la pirámide invertida del poder.

Y no se trata únicamente de una mera cuestión matemática al constatar que podíamos estar hablando de tendencias de voto situadas entre el 47 y el 49% para el conjunto de PSOE e IU, con el valor adicional que podía tener el propio acuerdo en votos y en escaños, sino que se trata, sobre todo, de acomodarse a la realidad que se desprende de la confluencia en la autoubicación de los electores de ambas formaciones, que se pone de manifiesto en la encuesta y que se traduce en una horquilla separada por tan sólo treinta y cuatro centésimas. Es decir, que nos encontramos con electores de ambas formaciones que se colocan a sí mismos, en palabras del propio trabajo “en una zona cada vez más coincidente -¿e intercambiable?-“

[pullquote]Existe una realidad sociológica ante la que practicar el dontancredismo puede salir muy caro[/pullquote]Eso es, desde mi punto de vista, lo más importante de lo publicado por José Félix Tezanos y Victoria Díaz: que pone de relieve la existencia de una realidad sociológica ante la que practicar el dontancredismo puede salir muy caro. Muy caro para los propios partidos políticos que la ignoren y, sobre todo, muy caro para una sociedad y un país que no se merece ni ese despropósito ni seguir sufriendo la permanente sangría a que están siendo sometidos por la derecha.

Existen mecanismos y existen ejemplos. Ahí está la experiencia andaluza y ahí sigue estando, a pesar de los pesares, la experiencia asturiana. Una experiencia esta última en la que, a pesar de las dificultades y los voluntarismos a los que hacía mención en El laberinto astur, hay que destacar la sensatez de la intervención de Javier Fernández dejando tendidos los puentes que puedan permitir una salida del laberinto hombro con hombro.

Los puentes están para permitir la llegada del otro pero están a su vez para permitirnos ir al encuentro del otro. Lo que no están es para ser volados y aislarnos.

Y una reflexión final. La confluencia no puede ser exclusiva de las dos fuerzas políticas mayoritarias de la izquierda. Hay otras sensibilidades y, sobre todo, hay una sociedad que pide mayoritariamente nuevas formas de organización, de participación y de control democrático. Ignorarlas es lo mismo que despreciarlas y el desprecio nunca ha sido un arma política útil.

Juan Santiago