Conste que yo ya lo sabía. No hacía falta que la vicepresidenta, ejerciendo, como le gusta, de Rottenmeier, nos ilustrara a todos de quiénes son realmente los responsables de los males que aquejan al solar patrio (además de Zapatero, se entiende). Lo que me extraña es que, con lo lista que es, haya tardado año y medio en darse cuenta.
Pero, mujer, si era evidente. La culpa de que esta vieja piel de toro esté atravesando este piélago de dificultades y sinsabores no pueden tenerla más que los de siempre. Más que toda esa turbamulta de desarrapados, feos y desaliñados que apestan nuestras ciudades y que, encima, pretenden vivir de la sopa boba. ¡Pero adónde vamos a llegar!
Pues claro, doña Soraya. Sé yo bien que hay alguno que, encima de que cobra más de cuatrocientos euros al mes, se dedica, de vez en cuando, a eso que llaman las chapuzas.
Mire usted. Tengo yo una vecina – muy religiosa ella, por cierto – que tuvo la desgracia de que el mastuerzo de su marido se quedara el otro día con la cadena de la cisterna en la mano (ya se sabe que en las casas señoriales seguimos teniendo cadena). Pues bien, el portero de la finca le dijo que tenía él un primo al que habían echado de Roca y que era un manitas para eso de la fontanería. Mi vecina, que es una santa y por hacer una buena obra, se dejó arreglar la cisterna por el parado. Y, fíjese doña Soraya, después de darle los veinticinco euros sin rechistar, el sinvergüenza del parado, ni siquiera le preguntó si quería o no factura. ¡Así va este país! ¡Cómo no vamos a deber todo eso que dejó pendiente el malvado Zapatero, que hasta juntaba peras con manzanas!
Ya se lo digo yo, doña Soraya, la culpa de todo es de los rojos que son insaciables. ¡Qué razón tenía el Caudillo! ¡Lástima que Dios lo acogiera en su seno!
Me han dicho, aunque me cuesta creerlo, que le echan la culpa de la crisis a gente de tan alta cuna y condición como Don Miguel Blesa o Don Rodrigo Rato. Con lo buen mozo que es Don Miguel y lo guapo que estaba en su boda, y con lo bien que tocaba la campana Don Rodrigo, que hasta fue el jefe de no se qué en el extranjero.
No, si a este paso, hasta dirán que roban en la Familia Real. ¡Jesús, María y José!
Pero nada, doña Soraya, duro con ellos. A molerlos a multas o a palos hasta que aprendan quién manda. Ni se le ocurra a usted dejar que trabajen en B, que me ha dicho un sobrino mío, economista y del Opus, que es una cosa muy fea. Seguro que es hasta pecado.
¡Serán sinvergüenzas!
En cualquier caso, no se preocupe, vicepresidenta, que al cielo, al final, iremos los de siempre.