Con un día de diferencia se conmemoran dos aniversarios que, observados con cierta perspectiva, admiten una reflexión conjunta.
El 19 de noviembre de1933, hace ahora ochenta años, tuvieron lugar las elecciones que darían una mayoría de diputados a los partidos de derecha y centro derecha. Con el ascenso de estos partidos y la puesta en marcha por la CEDA de sus tres fases para obtener el control y acabar así con la República, se iniciaba el llamado bienio negro que supondría un período contrarreformista que buscó y actuó para acabar con buena parte de las conquistas ciudadanas y sociales del período que había comenzado con la proclamación de la República de 1931.
El 20 de noviembre de 2011, hace ahora dos años, las elecciones generales dieron la mayoría absoluta a una única fuerza de derechas, el Partido Popular, que inauguró así un nuevo período contrarreformista que se propuso, hasta ahora con notable éxito, laminar una buena parte de los derechos ciudadanos, sociales y laborales del período que se inicia otro 20 de noviembre con la muerte, del represor de la Revolución de Asturias, golpista y dictador Francisco Franco y la aprobación de la Constitución de 1978.
[pullquote align=»right»]ante realidades sociales e históricas distintas, la derecha española es capaz de reproducir conductas y estrategias con fines idénticos[/pullquote]Resultaría relativamente sencillo hacer demagogia con este paralelismo, tanto en un sentido como en otro, hablando, por ejemplo, de las consecuencias que se derivaron de aquel primer bienio negro y afirmar que se podrían reproducir ahora, pero no es esa la intención.
La intención es poner de manifiesto cómo ante realidades sociales e históricas distintas y separadas ampliamente por el tiempo, teniendo en cuenta, además, que entre ellas han tenido lugar una guerra que dejó asolado el país y cuarenta años de dictadura represora y castrante, la derecha española es capaz de reproducir de una manera casi mimética conductas y estrategias con fines prácticamente idénticos.
Eso sí, reproduce conductas y fines pero habiendo aprendido lecciones. Se asume el accidentalismo de Gil Robles, pero primero se aglutinan todas las fuerzas en una (para no tener que aguantar lerrouxes), luego se apodera uno de los aparatos de propaganda y, finalmente, se aprovechan las condiciones externas para aparecer como el salvador que va a conducir a los desesperados ciudadanos hacia un inexistente Shangri-La.
Esa es la gran ventaja de este nuevo bienio negro y eso es lo que se aprendió: primero el poder absoluto y luego la contrarreforma en lugar de hacer coincidir contrarreforma con asunción del poder por fases.
Pero dejando aparate estas cuestiones estratégicas, los fines son, adaptados a los tiempos, prácticamente idénticos: revalorización del papel del poder eclesiástico, restricciones a la educación pública en favor de la privada religiosa, limitación y acoso a la labor de los sindicatos, precarización y devaluación de las condiciones laborales, reducción de derechos ciudadanos y libertades públicas y cuestionamiento de los avances producidos en el reconocimiento de las identidades regionales o nacionales.
Si desmenuzáramos cada uno de estos apartados podríamos comparar la profundidad real de las contrarreformas planteadas en un período histórico y otro y advertiríamos, consecuencias aparte, que dicha profundidad es mayor en los tiempos actuales, sin duda porque los medios de hoy facilitan la tarea y porque las urgencias y las prioridades del período republicano se centraron en buena medida en cuestiones como la agraria o la militar que ocuparon parte de los esfuerzos revisionistas y que hoy, al menos de momento, no se plantean.
Esa mayor profundidad actual la da también la ampliación de los objetivos (sanidad pública, sistema público de pensiones o acaparamiento del poder judicial para eludir contrapesos) que, a su vez, se agrupan en el desmantelamiento global y sistemático del llamado estado del bienestar con el fin básico y primordial de ayudar a la búsqueda de nuevas rentas en beneficio de las corporaciones o fondos privados
Porque este es el fin en el que convergen los dos períodos y el que nos permite hablar de un claro paralelismo entre aquel bienio, dominado por estructuras económicas todavía ligadas a la propiedad de la tierra y a una incipiente industria, y este otro bienio caracterizado por la globalización y «financiarización» de la estructura económica.
En ambos períodos, simplemente, lo que se persigue es favorecer a las élites dominantes desmontando los obstáculos que puedan entorpecer el acaparamiento de riqueza y poder. Antes lo hacían mediante “rectificaciones parciales” y ahora lo hacen mediante “reformas estructurales” pero el resultado es muy parecido.