Lentejas. Las extraordinarias medidas de regeneración de Rivera eran nada menos que lentejas, el plato favorito de Mariano Rajoy. El aperitivo imprescindible para conseguir el gobierno.

rajoy se come las lentejas

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Asistimos estos días a una pirueta más en ese camino de sombras que el Partido Popular lleva recorriendo desde hace muchos años.

En ella, hemos tenido que escuchar al flamante coordinador de los populares, Martínez Maíllo, decir sin inmutarse, en una muestra de cinismo espectacular, que firmaron el acuerdo con Ciudadanos exclusivamente porque había que tener un gobierno. Del Partido Popular, añadiremos nosotros.

Es decir, que firmaron ese acuerdo como quien le da la razón a un tonto. No porque pensaran cumplirlo – de hecho no lo han cumplido –sino porque “eran lentejas” como ha llegado a afirmar sin que se le moviera un solo cabello.

Podríamos pensar que estamos ante una más de las que este país lleva tragando desde hace mucho tiempo, pero tiene importancia porque afecta no sólo a la presunta legitimidad de este gobierno, sino también a otras fuerzas políticas colaterales que, de hecho, se ven involucradas.

No se puede olvidar que se justificaron abstenciones por el alcance de ese pacto

No podemos olvidar cuáles fueron los razonamientos que en aquellos días se hicieron a la hora de decidir las posturas en las sesiones de investidura. No podemos olvidar que se justificaron abstenciones en el hecho de que no era lo mismo un presidente de gobierno respaldado por 137 diputados que por 170.

El Partido Popular sabía bien que no era lo mismo. Sabía perfectamente que si se quedaba en los 137, sin el añadido de la parte naranja y Coalición Canaria, eso suponía privar de munición a los que estaban dispuestos a sellarle el pasaporte a la Moncloa y suponía, además, correr el riesgo de que se plantearan alternativas distintas.

Había que sumar como fuera

Lo importante no era la gobernabilidad en genérico, sino el gobierno en manos de los populares. Lo importante era, por encima de cualquier otra circunstancia, sumar un número de diputados que pudiera permitir justificar abstenciones frente a los partidarios del no. Rajoy sabía muy bien que sin esos 170 diputados le sería prácticamente imposible encarar la operación abstención.

Por otro lado, Maíllo no puede decir que la gobernabilidad efectiva dependía de las lentejas de Ciudadanos sencillamente porque no era automático firmar y gobernar (de hecho la primera investidura fue fallida) pero sí era consciente de que comerlas era un requisito imprescindible para atraer una posible abstención socialista.

rajoy se come las lentejas de rivera

Rajoy quería el gobierno aunque se tuviera que empachar de lentejas porque abrir el melón de unas nuevas elecciones, con todos los frentes corruptos abiertos, era innecesario. El gobierno, aunque en minoría, ponía en sus manos herramientas suficientes para cumplir sus objetivos fundamentales en materia de impunidad. Sobre todo para permitir que Rafael Catalá, un auténtico killer en la mejor tradición de Trillo Figueroa, terminara de apuntalar, como hemos visto recientemente, las reformas de los procesos por corrupción y el sometimiento del Ministerio Fiscal. Lo demás, incluidos los presupuestos como ya se ha visto, no era tan importante.

Treinta y dos a la buchaca

Pero ¿qué hubiera pasado si el PP no se come la presunta regeneración de Ciudadanos y se queda en 137? ¿Se hubiera abierto el camino de la abstención en el Partido Socialista? La verdad es que no lo sabemos y tampoco es cuestión de ponernos a plantear la ucronía.

Lo que está claro es que Rajoy hubiera firmado las Seis Condiciones, las 150 Medidas y hasta las Mil y una noches que le hubieran puesto delante. Total, ¡qué mas daba si no pensaba cumplirlas!

Se hubiera comido hasta al pobre Rivera si le dejan. No hay más que verle la mueca de satisfacción en la firma.

Tanto, que casi se le escapa la frase: “Treinta y dos a la buchaca y, ahora… a por los otros”.

Juan Santiago