La política actual está plagada de papanatas que están convencidos de que lo único necesario para ejercerla es estar a todas horas en las redes sociales.

política papanatas y redes sociales

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Tengo la sensación de que la política actual está prisionera de dos características básicas: el papanatismo y la cara dura.

¡Ojo, que las dos pueden darse juntas o por separado! Igual nos encontramos al papanatas dotado de una espectacular cara dura, que al listillo con rostro de cemento o al tonto supino que no sabe que lo es. Todo es posible.

La nueva política

Pero el problema no está tanto en esa dualidad como en su principal forma de manifestación en eso que se llama genéricamente nueva política y que, en realidad, está desembocando en nuevas formas de hacerla que fundamentalmente están basadas en gobernar o hacer oposición fuera de la realidad  o, más bien, sobre realidades inventadas y mediante instrumentos de propagación como son las redes sociales.

Veamos. Supongo que a estas alturas pocas personas bienintencionadas en el mundo pueden dudar de que un personaje como Donald Trump podría ser el ejemplo más claro de lo que digo: Un tipo que basa su política – que, según él, supera a los modos clásicos – en retroalimentar a sus partidarios  a base de pasar las noches en twitter inventando el mundo según él lo entiende. Allá penas si lo que dice es verdad o no. Lo que importa no es la realidad sino la percepción incrustada en un twitt salido de su mente privilegiada.

Les dejo a ustedes el trabajo de averiguar si el personaje reúne o no las características de las que hablaba antes: del papanatismo o de la cara dura.

Pues bien, el verdadero problema no es que exista un mandatario absoluto con ese modelo mental. El problema es que su existencia no es más que la manifestación de unas actitudes generalizadas que nos acosan en cualquier escalón de la política que hoy padecemos.

Papanatas y redes sociales

Y es que hoy en día es demasiado habitual encontrar a más de un papanatas que piensa que lo importante para gobernar o hacer oposición es manejar un puñado de cuentas de Facebook, Twitter o Instagram en las que los mismos palmeros de todos los días ponen corazoncitos, manos con el dedo para arriba o simplemente jalean cualquier despropósito que se les pueda ocurrir.

Claro, para ello, para poder manejar todo ese presunto caudal de información y de cariño sobrevenido, como no te vale una cuenta sino que tienes que usar todas las posibles, tienes que dedicar un amplio capítulo de tu horario a colgar supuestos contenidos y a interactuar con palmeros y seguidores.

Para eso nace una profesión conocida como comunity manager que sirve de soporte a los poderosos a la hora de crear y sostener perfiles prestigiosos e irreales pero que obliga al papanatas de andar por casa a estar todo el día colgado del invento para mantener viva la presunta llama.

El resultado

¿Y cuál es el resultado? Que nuestro héroe y su capacidad política sólo existen en ese mundo virtual que crean las redes. Es decir, que sólo se hace política para seguir retroalimentando ese espacio que tú mismo consideras el sustento de tu propia supervivencia. Vamos, un auténtico sindiós.

Claro, el caradura es consciente y utiliza su falta de escrúpulos como instrumento básico para sobrevivir y medrar. Ejemplos estos días nos sobran en la política nacional a base de creación de contenidos y propagación como medio de acoso y derribo del contrario. Que sean verdad o no es lo que menos importa. Lo importante es que circulen.

Pero el pobre papanatas vive ausente de sí mismo, metido en su rueda diabólica, enganchado al aparato y convencido de que, a falta de otros valores, ha conseguido descubrir la piedra filosofal de la nueva política.

Se ha convertido en un nuevo adalid de la modernidad asentado en corazoncitos y manitas, que incluso llega a contabilizar como futuros votos, convencido de que ha sido capaz de traspasar los estrechos márgenes que dejaba esa vieja y anticuada política que se basaba en el análisis y la gestión de la realidad.

Dice un viejo proverbio que el sabio es sabio porque sabe que no sabe y que el necio es necio porque ignora que no sabe.

Más o menos lo que pasa en este nuevo papanatismo virtual.

Juan Santiago