Me voy a apropiar del latiguillo del maestro Miguel Ángel Aguilar para tratar de mostrar mi estupefacción ante el ridículo protagonizado por el PSOE.
¡Más difícil todavía! ¡Señoras y señores! ¡Niños y niñas! ¡Vamos a demostrar, ante sus asombrados ojos, cómo es posible transformar una crisis por corrupción de la derecha en la desintegración del Partido Socialista en Navarra y en la reafirmación de la misma derecha, con su lideresa, Doña Francina, sonriente y triunfadora! ¿Hay quién de más?
Insisto, pero ¿qué broma es ésta?
No es por ponerme estupendo, pero lo ocurrido en Navarra no es más que una nueva manifestación de algo que venimos sosteniendo aquí desde hace un año en artículos como Pachi tiene razón o El ejemplo Besteiro.
La tesis fundamental es que los aparatos de los partidos tienen un problema básico en su costumbre de convivir con el drama del tiempo, es decir, en acomodar todas sus actuaciones a unas estrategias que se mueven de un lado a otro, en función del horizonte temporal que marcan, sobre todo aunque no sólo, los procesos electorales.
Y es ahí donde está el problema: estrategia frente a conceptos. ¿Alguien duda de que hubiera sido distinto el planteamiento de no estar inmersos en elecciones europeas o de que no hubiera sido tan rápida y radical la toma de postura de Valenciano de no ser ella la cabeza de lista? Se admiten apuestas.
El drama sobreviene cuando en esa carrera de pollo descabezado se van dejando atrás, uno tras otro, cadáveres tanto como personales como ideológicos. En apenas unos días, la Ejecutiva Federal del PSOE ha conseguido, gracias a su pacata y acomplejada forma de encarar el proceso electoral europeo, que el Partido Socialista de Navarra haya pasado de estar claramente posicionado para acceder al gobierno de su Comunidad Autónoma a estar prácticamente desahuciado de cara a las próximas elecciones autonómicas. De paso, se obtiene un enorme rédito: afianzar en el poder a una derecha, presuntamente corrupta y supuestamente dividida, que ha pasado de estar con el agua al cuello a, como diría un moderno, partirse el culo de risa.
¿Y todo por qué? Pues muy sencillo, por haber caído una vez más (y ya van unas cuantas) en la trampa del estigma proetarra que tanto el PP como sus palmeros le han vuelto a colocar.
Así sucedió:
Una corriente helada recorrió Ferraz.
¡Que viene Bildu, que viene Bildu! Se oyó que el viento ululaba por los pasillos.
¿Y ahora qué hacemos? Se preguntaban todos.
¡Nos lo van a sacar en las europeas! ¡Estamos perdidos!
El pánico se reflejaba en los rostros hasta que a alguien se le ocurrió la idea en plan Andrea Fabra:
¡Que se jodan los navarros!
Allá penas que un partido federal actúe en plan jacobino socialdemócrata, aunque planteemos una reforma federal de la Constitución.
Y ahora, que los que habían anunciado la moción de censura se la envainen y que salga Soraya a hablar de Doña Francina.
Lo dicho, pero ¿qué broma es ésta?