Cuestionarse la legitimidad del gobierno de Pedro Sánchez después de las sentencias judiciales sobre la financiación ilegal es un problema político y jurídico pero, sobre todo, de ética y decencia.
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Puedes escuchar el contenido de este artículo a través del playerCuando estos días oigo a destacados dirigentes del Partido Popular poner en cuestión la legitimidad del gobierno de Pedro Sánchez, un gobierno salido del uso regular de una institución democrática como es la moción de censura, no puedo por menos de sonrojarme y de sentir algo parecido a una mezcla de indignación y estupor.
Me recuerdan a un paisano que me robó el otro día un paraguas y que, al encontrarlo con él en la mano y pretender que me lo devolviera, me soltó tan tranquilo que el paraguas era suyo porque lo tenía él y que no le molestara. Es más, cuando para no armar lío le dije que no se preocupara que, si lo necesitaba, yo tenía mucho gusto en regalarle mi paraguas, el tipo se puso digno y me dijo que él no necesitaba que yo le regalara un paraguas porque ya tenía uno. ¡Fántástico!
Pues algo parecido sucede con estos extraños depositarios de la legitimidad democrática que se ponen estupendos viendo pequeñas pajas en el ojo ajeno sin darse cuenta del pedazo de viga que tienen delante del propio.
Problemas de legitimidad
Llevo por lo menos cuatro años sosteniendo y argumentando que los gobiernos del Partido Popular presididos por Rajoy tenían serios problemas de legitimidad no sólo de ejercicio sino también de origen debido al uso ya acreditado de maniobras ilegales destinadas a la financiación fraudulenta de sus campañas electorales.
Cuando escribía sobre esto hace ya cuatro años, me basaba en los autos del Juez Ruz que acreditaban de manera indiciaria que el Partido Popular se había lucrado de fondos obtenidos de forma ilícita y que una parte de ellos los había dedicado a la financiación de campañas electorales.
Pues bien, ahora ya no hablamos de autos o de indicios sino de sentencias y de hechos probados. Ahora hablamos no de una sino de dos sentencias que describen de manera detallada, cómo el Partido Popular utilizó dineros obtenidos de forma ilícita a través de empresarios que lo han confesado para financiar las campañas electorales que le llevarían al gobierno, incluido el mastodóntico acto que entronizó a Rajoy en la Plaza de Toros de Valencia al lado de Paco, el amiguito del alma.
Es decir, que dos sentencias han determinado que el Partido Popular iba de EPO hasta las trancas, o sea que utilizó financiación ilegal para obtener ventaja y poder así acceder con más facilidad al gobierno de la nación. O, lo que es lo mismo, dos sentencias han declarado como probados hechos que ponen en cuestión el carácter de legítimos de los gobiernos del Partido Popular y de Rajoy.
Aún tienen más que decir
Pues bien, esto es como el tipo del paraguas, aún tienen más que decir. En lugar de hacer acto de contrición y esperar a que escampe no sea que a alguien se le vaya ocurrir promover un procedimiento de ilegalización que no sería descabellado, no se les ocurre más que tirar de argumentarlo chusquero y decir que un gobierno respaldado por parlamentarios que representan a más de doce millones de españoles y que ha salido como resultado del uso legal de un instrumento contenido en nuestra Constitución no es un gobierno legítimo. Manda huevos.
¿Saben qué pasa? Que, al final esto es un problema de desvergüenza. En el caso del tipejo levantador de paraguas ajenos es la historia de un mindundi desvergonzado convencido de que no puede mostrar debilidad ante la amante de turno. Y no tiene más importancia que el desprecio que se puede mostrar por él.
En el caso del Partido Popular el problema es mayor porque atañe a la convivencia y a la decencia democrática el hecho de tratar de arrojar sombras de legitimidad cuando se tiene tras de sí semejante bagaje.
En realidad, puede ser un problema de desvergüenza, pero también puede serlo de cobardía por no tener la gallardía de reconocer la culpa e iniciar eso tan cacareado de la regeneración.
Al final, todos acaban quedando debajo del mismo paraguas.