Asumamos un principio general: no parece conveniente practicar lo que se critica en el adversario.

Por ese principio, y por razones de sentido común o de estrategia, tan querida a los aparatos, parece fuera de todo lugar que los prebostes del PSOE ofrezcan un apoyo sin fisuras a que Susana Díaz presente su candidatura a la Secretaría General y que, a su vez, compagine dicho cargo con la Presidencia de la Junta de Andalucía a la que acaba de acceder.

Y parece mentira que algunos consideren que eso es posible y señalen como antecedente el mal ejemplo que Cospedal viene dando desde que accedió a la presidencia de la Junta de Castilla-La Mancha.

El PSOE podría reproducir el síndrome Cospedal

Vaya por delante el respeto absoluto a que Susana Díaz o cualquier otro militante decida optar al cargo ¡sólo faltaría! pero, al menos desde mi punto de vista, no puede admitirse bajo ningún concepto esa pretensión de compaginar Secretaría General y Presidencia.

 En primer lugar, porque parece una burla a los ciudadanos andaluces que, gracias a este nuevo caso de cospedalitis,  se verían abocados a una presidenta a tiempo parcial y en diferido. Vayan quienes lo defienden a Toledo y pregunten por la omniausencia presidencial.

Y, en segundo lugar, porque concurren en este caso dos circunstancias que deben ser básicas a la hora de cuestionar o no esa posible duplicidad:

Una, la dimensión de la región y de sus problemas. Pretender una dedicación que no sea a tiempo completo en la comunidad autónoma española número uno en población y tasa de desempleo y número dos en extensión y en menor PIB por habitante, resulta un sarcasmo difícil de digerir.

Y, otra, no menos importante, la existencia de un gobierno en coalición que es, en sí mismo, un valor a defender y que añade un plus de complejidad a la labor de un gobierno que requiere mimos diarios, continuados y próximos.

Si a todo ello le añadimos que la Presidenta andaluza no lo es gracias al voto popular y que el hecho de que renunciara a dicha Presidencia para oficiar en Ferraz obligaría a una nueva sustitución y, previsiblemente, a una nueva negociación de los acuerdos vigentes con IU, deberíamos concluir que no parece tener mucho sentido este camino a la Secretaría General del PSOE que están empujando los llamados barones y algún que otro expresidente.

En definitiva, déjese a la organización acomodarse a su antojo sin alquimias extrañas ni superposiciones indeseables. Es posible creer en la sensatez de la militancia sin necesidad de aparatajes impuestos y, si de lo que se trata es de desvestir un santo, sería más fácil mirar al norte que al sur. Los dos puntos están unidos.

Juan Santiago