La presencia de Eduardo Madina en Taramundi sirvió para acercar a las bases a una parte de la cúpula socialista y para poder analizar las posiciones del bloque de la Gestora

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El domingo pasado, la Agrupación Socialista de Taramundi culminaba los actos conmemorativos de su vigésimo quinto aniversario y lo hacia convocando a militantes, compañeros y simpatizantes a un acto que contaba con la actuación estelar del diputado Eduardo Madina.

Lo primero que hay que decir es que sentí cierta envidia de la capacidad organizativa y de convocatoria de los socialistas de Taramundi que montaron un acto sencillo, efectivo y acogedor al que, sin duda, mereció la pena asistir.

Mereció la pena porque es un tipo de acto que siempre es saludable pero que, en los tiempos que corren, se hace imprescindible si se quiere que la militancia tenga acceso de primera mano al pensamiento y a las estrategias de quienes forman parte de una cúpula que, normalmente, es algo lejano y nada accesible. Seguramente, otro gallo le cantaría al Partido Socialista si estos canales de comunicación hubieran sido la norma y no la excepción.

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Y mereció también la pena porque Madina, que no en vano era el candidato «oficial» de la Federación Socialista Asturiana, fue capaz de acreditar un mejor fondo de armario que quien fue uno de sus competidores en la pelea por la Secretaría General y no defraudó en una intervención de buen y fluido orador de discurso bien armado.

Pero también mereció la pena porque sirvió para comprobar por dónde va el discurso de lo que podíamos llamar el bloque de la gestora. No en vano, Madina está en la onda de quienes apoyan la abstención socialista y propugna abiertamente, y frente al bloque de los sanchistas, un proceso congresual reposado y a medio plazo.

Pues bien, algo hemos ganado con respecto al aquelarre de octubre porque, al menos, al puro navajeo, se ha añadido un barniz teórico que permite establecer un primer marco de discusión.

Por resumir mucho, la posición de Madina se articula básicamente en una defensa de los postulados de la socialdemocracia clásica puestos al día de cara a la sociedad de lo que se conoce como la cuarta revolución industrial.

Y la verdad es que, dicho así, es una posición que suena bien sino fuera porque, a mi juicio, esta construcción podría estar plagada de trampas.

Estaría muy bien seguir fundando el discurso socialista en la socialdemocracia clásica si es que realmente existiera

Trampas que arrancan de la propia defensa de una socialdemocracia clásica que opera, según Madina, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días. Estaría muy bien seguir fundando el discurso socialista en esa socialdemocracia si es que realmente existiera, pero pretender que el pensamiento socialdemócrata de los años cincuenta, sesenta y setenta ha operado hasta nuestros días, es sencillamente olvidar, no se si de forma interesada o no, la caída del muro, la pérdida de los contrapesos, las terceras vías o el sometimiento a la dictadura neoliberal que fue adoptado por buena parte de los propios socialdemócratas. Y en algunos casos recientes, desde el propio Congreso de los Diputados.

Y pretender que un armazón que en realidad no existe va a ser capaz de ofrecer, en un mundo desigualmente globalizado, igualdad y redistribución de la riqueza a quienes ciertamente se van a ver deshumanizados y postergados en esa cuarta revolución, no sé yo si es pura ingenuidad o ganas de contar cuentos chinos.

Quizás, más que a nuevas revoluciones industriales y para ganar esa credibilidad que tanto le falta, el pensamiento socialdemócrata deba acompasarse a las nuevas realidades sociales, a las nuevas formas de organización y de relación social que tratan hoy de dar voz al común, a la gente, a los compañeros, a quienes quedaron atrás por del abandono de esos principios clásicos que ahora ofertamos como base teórica.

Bienvenido sea el debate – si es lo que se pretende – pero sería bueno no hacernos trampas en el solitario si lo que buscamos, de verdad, es un diagnóstico que marque una salida real y no el mantenimiento de las posiciones actuales.

Juan Santiago