Que las cosas están cambiando en cuanto el modo en el que los ciudadanos pueden relacionarse entre sí de cara a la participación política, es un hecho que sólo parecen desconocer los partidos instalados que tratan por todos los medios de encarar los problemas de una época crítica como ésta, aplicando esquemas y soluciones tradicionales que, con el paso del tiempo, se están revelando como auténticos vicios de funcionamiento.
Es verdad que no todos son iguales y mientras unos (uno) se instalan, en la mentira, el golpismo y la podredumbre, otros tratan de acercarse a esos nuevos tiempos y métodos que una frase tan simple como “no nos representan” ha puesto directamente ante sus ojos.
Una de las posibilidades más novedosa y llamativa es la que pretendo poner de manifiesto con el palabro del título. Seguramente, será bueno que los expertos politólogos (¡qué palabra más fea!) ahonden en el fenómeno y busquen sus claves y, sobre todo, las consecuencias que de él se puedan derivar.
La cuestión es que, en estos momentos, cuando distintos procesos de elecciones primarias abiertas se están convocando y desarrollando, es perfectamente posible que una misma persona coadyuve simultáneamente a la designación de candidatos en formaciones políticas y movimientos distintos. Por supuesto, puede darse el caso de que esa persona intervenga en esos procesos por mala fe o, incluso, por diversión, pero es muy probable (yo, personalmente, conozco algún caso) que ese acercamiento activo a opciones políticas diversas se haga desde la reflexión, la conciencia política y el deseo de alentar la existencia y el funcionamiento democrático de varias formaciones con las que se tienen distintas afinidades, tal vez parciales.
¿Quiere eso decir que se está diluyendo o banalizando el compromiso que suponía la tradicional monomilitancia? Diría que no. Que, antes bien al contrario, este tipo de conducta supone un mayor compromiso con los principios democráticos, en cuanto que exige un mayor esfuerzo de reflexión y participación. Lo que sí hace, por otro lado es poner en cuestión los sistemas monolíticos de militancia que, a mi juicio, están abocados a ir desapareciendo.
El hecho está aquí y da la sensación de que ha venido para quedarse. Lo avalan los más de quince mil censados en las primarias de Equo, los que hayan de inscribirse a las de Podemos o el susto que se han llevado los socialistas valencianos al ver a más de sesenta mil ciudadanos inscritos para las suyas.
Ciertamente, no sabemos cómo serán definitivamente este tipo de relaciones políticas, pero está claro que ya nada va a ser igual. Ahora sólo hace falta que algunos lo entiendan.