Gallardía y lealtad son dos conceptos fundamentales para abordar los problemas que siempre aparecen en la acción de gobierno

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gallardia

 

Hace justamente una semana asistimos en Vegadeo a un acto bastante inusual. Y digo bastante inusual porque, en el mundo de la política, no es muy normal asistir al momento en que un dirigente político, en este caso un alcalde, comparece a pecho descubierto delante de sus ciudadanos para dar explicaciones de algo que no ha sido un éxito. Es bien sabido que el éxito acostumbra a tener cien padres mientras que la falta de éxito es casi siempre huérfana de padre y madre.

Por eso hay que destacar el hecho de que, tras las dificultades sobrevenidas para que el Plan de Rehabilitación de Viviendas pudiera tener la necesaria acogida y, por tanto, cobertura en forma de subvenciones para los ciudadanos, el alcalde, que había impulsado dicho plan junto con su equipo de gobierno, tuviera la gallardía de convocar a todos los que habían cursado solicitudes para dar públicamente explicaciones.

Y es de destacar, asimismo, que lo hiciera a pecho descubierto y sin más cobertura que la poca proporcionada por la empresa redactora de las fichas técnicas.

Nadie está exento de equivocarse y mucho menos un recién llegado a la política, que desconoce los resortes necesarios y que, lleno de ansias por cumplir las expectativas despertadas, busca proyectos para mejorar el bienestar de sus ciudadanos.

Los conocimientos se acaban adquiriendo y el tiempo te acaba otorgando prudencia, sin embargo, la gallardía, viene de serie

Las equivocaciones, que también alcanzan a los veteranos que llevan muchos años en política, pueden surgir por simple bisoñez, por ingenuidad, por precipitación o, incluso, por engaño, pero los conocimientos se acaban adquiriendo y el tiempo te acaba otorgando prudencia, sin embargo, la gallardía, la capacidad para dar la cara aunque te la puedan partir, esa viene de serie.

Pasa lo mismo con la lealtad, la otra gran cualidad que todo el que se quiera dedicar a la política debe tener y que demasiadas veces se olvida.

Es verdad que muchos ciudadanos de Vegadeo tenían puestas esperanzas en conseguir beneficios de un plan que, sobre el papel, podía suponer un gran impulso para el concejo y es verdad también que quizás no se les explicaron las posibilidades reales desde el primer momento, pero nadie se puede quejar de que su alcalde y sólo su alcalde se haya escondido en la comodidad de un despacho o en el calor de su casa.

No es fácil ponerse delante de un auditorio de gente decepcionada completamente solo. Mucho más fácil es esconder la cabeza y no mirarle a los ojos a la gente. Mucho más fácil es no asumir ninguna responsabilidad y echarle la culpa al empedrado, a los técnicos, o al sursum corda. Y no digamos nada de lo fácil que resulta sacar pecho a toro pasado y frotarte las manos buscando sacar tajada del error ajeno.

Por todo eso digo que el otro día asistimos a un acto al que no estamos acostumbrados en el que el alcalde de Vegadeo, en la clamorosa soledad de un escenario, demostró a sus ciudadanos que, por lo menos a él, la gallardía le viene de serie.

Ahora sólo esperamos que no lo tenga que demostrar más veces.

Juan Santiago