Alfredo Pérez RubalcabaHay pocas cosas más tozudas que la realidad. Por más vueltas que queramos dar, por más análisis que estemos dispuestos a llevar a cabo, por más juegos florales a los que nos dediquemos, al final, llegará el juego inexorable de la realidad y pondrá a cada uno en su sitio.

Pasó el debate en el Congreso sobre los planes económicos del Gobierno, llegaron los datos demoscópicos de los medios de comunicación y la realidad, como apisonadora, vuelve a allanarlo todo.

En “El pacto, primero a la izquierda”, decía el pasado 1 de mayo que había que centrar los esfuerzos en lograr fijar un marco de concertación con las fuerzas políticas y sociales que representan posiciones que se identifican con la izquierda y que había dejar a un lado los cantos de sirena de los posibles pactos globales porque la derecha sólo entiende los acuerdos como contratos de adhesión.

También señalaba en “Pachi tiene razón” que uno de los principales problemas con el que conviven los aparatos de los partidos es el drama del tiempo y que éstos no parecen comprender la extraordinaria volatilidad de los momentos que nos han tocado vivir.

Pues bien, si mezclamos los dos conceptos y analizamos a través de ellos los datos de las distintas encuestas que se agolpan encima de la mesa, las conclusiones son evidentes.

Tres datos a considerar que nos ofrecen las encuestas: uno, el voto conjunto a los partidos de izquierda, podría permitir a éstos gobernar; dos, la inmensa mayoría de los votantes socialistas creen que ha llegado ya el momento de proceder a la renovación sin esperar más; y, tres, el voto blanco sigue la senda alcista hasta límites nunca conocidos.

Mézclense los elementos y, al menos desde mi punto de vista, el resultado que se extrae es absolutamente claro: si los partidos de izquierda quieren representar un alternativa creíble para esa gran masa de ciudadanos que asisten indignados al resquebrajamiento del edificio institucional, deberán poner en marcha un proceso de convergencia, no sólo entre ellos, sino también con movimientos sociales que presentan posiciones de progreso. Y deberán hacerlo cuanto antes sin esperar etéreos debates que no alcanzan a unas bases olvidadas,  absolutamente desmoralizadas y en trance de desmotivación. Con procesos reales de abajo a arriba en los que se mire a la cara a los militantes y simpatizantes para escucharlos con atención.

Hoy tenemos ejemplos que permiten comprobar la posibilidad de esa convergencia, pero sería, desde mi punto de vista, un error pensar que es necesario esperar a confrontaciones electorales que fijen la dimensión real de cada uno para afrontar los diálogos. Los tiempos no son tiempos normales y las estrategias habituales, por lo tanto, no sirven.

Recuerdo que, antiguamente, las ventanillas de los trenes contenían la siguiente leyenda: “es peligroso asomarse al exterior”. Hoy habría que cambiarla por otra que dijera: “es peligroso no asomarse al exterior”.

Juan Santiago

 

Foto Inma Mesa