Hemos sabido que el Papa Emérito Benedicto XVI decidió apartarse de su función de pastor de la grey católica tras gozar de una experiencia mística en la que el Señor hizo crecer en su corazón «un deseo absoluto de permanecer a solas con él, recogido en la oración«.
Si ello ha sucedido con el Emérito Pontífice, tal vez el Señor, en su inmensa bondad y sabiduría, podría aparecerse a quien permanece retirado del mundanal ruido en las rumorosas y amenas tierras aledañas al río Umia y le pida que permanezca a solas con él, recogido en la oración, la empanada de lamprea, el whisky de malta y el aromático habano, en lugar de reincorporarse a la dura tarea de soportar a deslenguados y vocingleros reclamándole no se qué absurdas y abstrusas cuestiones relacionadas con sus emolumentos y con antiguas promesas que pugnan con la realidad y el sentido común.
Tal vez el Señor podía ser tan amable y marcarse un rapto o levitación que signara para siempre el devenir de aquél que hunde sus preciadas canillas en agua más sagrada que la del Jordán.
Tal vez el Señor podía ser tan amable y brindarnos una experiencia mística, que ya nos la vamos mereciendo.