De un tiempo a esta parte, me sorprendo imaginándome una gran manifestación en la que cientos de miles de hombres y mujeres, completamente desnudos, recorren las calles de una gran ciudad detrás de una pancarta que reza: “ESTAS SON NUESTRAS ARMAS”.
Y es que si algo ha puesto de manifiesto la irrupción de las activistas de FEMEN es que, frente a sofisticados mecanismos de espionaje, arcos detectores y servicios de inteligencia especializados, somos capaces de encontrar armas que perturban al poder mucho más que lo hacen las convencionales.
[pullquote]Somos capaces de encontrar armas que perturban al poder mucho más que lo hacen las convencionales[/pullquote]La prueba está en el vergonzoso “incidente” sufrido por Mar Esquembre que, por cierto, ya debería haber supuesto el cese inmediato del responsable de seguridad del Congreso o de su propio Presidente si se acredita que de él partió la instrucción o que estaba al corriente de la misma.
Por ello, el sextremismo de FEMEN cobra auténtico sentido. Leo el final de un artículo de Lara Alcázar en el Huffington Post y me parece de una gran potencia:
“Por el momento, FEMEN no ha puesto ninguna bomba pero ha hecho estallar el debate, mientras la sociedad se pelea por hacer que las FEMEN se vistan, nosotras paramos leyes misóginas, nos enfrentamos a traficantes de seres humanos y dictadores.”
Es decir, que podemos usar todas las armas, sobre todo, las más individuales, las más intransferibles, para mostrar al poder la capacidad que, a pesar de sus esfuerzos por reprimir, nos sigue quedando.
Son armas que se usan de modo perturbador, subversivo, en tanto en cuanto generan no sólo visualización, sino también controversia y debate. Conflicto, en suma. Y son armas que, además, desnudan al contrario. Muestran a ese ministro de Justicia arrogándose la titularidad de la soberanía popular, en un auténtico top less ideológico, y lo hacen, por tanto, débil y vulnerable frente a armas contra las que ignora cómo defenderse.
Es posible que algunas personas se queden en la anécdota de la desnudez, pero no cabe ninguna duda de que tras esa desnudez hay una categoría de lucha que se ha impuesto y que, como la poesía, puede ser un arma cargada de futuro.