El auto del juez Castro en el que cita a declarar en calidad de imputada a la infanta Cristina incluye toda una serie de argumentaciones que conducen al magistrado a dicha citación. De todas ellas, nos gustaría destacar una porque nos parece de especial importancia a la hora de materializar el principio de igualdad ante la ley de todos los ciudadanos y porque se echa muchas veces en falta cuando en el procedimiento se investigan o juzgan conductas de personas “relevantes”.

De esta forma, no haber acordado la citación supondría, en palabras textuales del auto “una clara contradicción a la práctica cotidiana de los juzgados y tribunales que en casos similares es muy escasamente probable que prescindieran del trámite”.

Y es importante el razonamiento porque pone de manifiesto la existencia de una especie de dualidad procesal que depende, en buena medida, de la relevancia social o económica de la persona sobre la que recaiga el procedimiento.

¿Alguien cree que si esta causa fuera una de tantas que se ven a diario habrían existido tantas dudas y vacilaciones a la hora de citar en calidad de imputado?

La respuesta es contundente y la conocen perfectamente quienes asiduamente están en contacto con la administración de justicia.

En estos momentos tan complicados para todas las instituciones, es imprescindible que el poder judicial se visualice, de forma clara, como el garante cierto del principio de igualdad ante la ley. Es decir, los ciudadanos tienen que comprobar por sí mismos que, retóricas aparte, a todo el mundo se va a aplicar el mismo rasero en su relación con los tribunales de justicia.

Ya no es admisible que se dicte o no prisión condicional dependiendo de quien seas, que se ordenen registros o no según la condición del lugar a registrar o que se toleren o no determinadas conductas según la relevancia del que las lleva a cabo.

Por eso, la mención expresa del juez Castro a la necesidad de atenerse a  las prácticas cotidianas cobra especial importancia. Y lo hace porque pone de relieve que la justicia ha de aplicarse por igual a Agamenón o a su porquero.