image3872Llevo varios días dándole vueltas a la posibilidad de hacer alguna reflexión en torno a la necesidad que parece existir, en estos tiempos revueltos, de ordenar los distintos aspectos que nos conforman como sociedad, a través de un nuevo paradigma. Un paradigma distinto del actual, soportado en unos valores dominantes que nos han traído a una situación literalmente catastrófica.

Como la pretensión no deja de ser una osadía para estos humildes apuntes, lo cierto es que no encontraba una clave con la que abordarlo de una manera simple, comprensible (incluso para mí) y que se reflejara más en sensaciones y estados de ánimo que en conceptos tantas veces grandilocuentes.

La clave me la ha dado un cocinero. Leyendo bien temprano el Huffington Post, me encuentro “Andy y el universo de mi memoria” un cálido artículo de Andrés Madrigal que encuentra de una manera “natural” las entrañas de lo que llevaba días buscando sin ser capaz de encontrarlo.

Lógicamente, sugiero la lectura del artículo que no voy a destripar por respeto al autor, pero sí voy a “robarle” unas frases que son el pie perfecto para lo que quería decir:

El reparto de recursos y la utilización sostenible de ellos es la base de una cocina honesta, cocina con conciencia y con sentido, atravesando el siglo XXI. Encontrar una forma de cocinar con sentido en una era de consumo descontrolada, de posibilidades infinitas, no es tarea fácil.

Para mí, ahí están los componentes de ese paradigma que, usando la definición del Diccionario RAE, debe suministrar “la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento”.

No sé si es casual el hecho de que la aportación venga de un cocinero que, en definitiva, trabaja sobre materias que deben satisfacer la primera necesidad básica del ser humano: la comida.

Sea como sea, creo que, en el nuevo modelo, la tendencia ha de ser hacia la utilización sostenible de los recursos meditante el reparto de los mismos. Añadiré que ese reparto ha de ser, necesariamente, justo y por justo habrá que entender redistributivo, si queremos taponar las enormes brechas de desigualdad a la que nos ha llevado el actual paradigma basado en el crecimiento continuo y en la codicia como motor económico.

No sólo, por un lado, es preciso parar el proceso de suicidio global que viene siendo analizado desde hace más de cuarenta años y que supone la pretensión de crecer de manera infinita en un mundo de recursos limitados. No sólo es un problema de modelo económico. No sólo se trata de tender hacia modelos de crecimiento estacionario mucho más racionales y sostenibles, que no obliguen a consumos desmedidos y faltos de sentido.

Es necesario añadir a esos modelos el componente moral. La honestidad y conciencia de que habla nuestro cocinero y que yo traduciría en la eliminación de la codicia y del acaparamiento de riquezas y en la sustitución del elemento competitividad por el principio de cooperatividad, en un sistema en el que el regreso a la vieja cocina familiar se emulsiona con la transformación y el progreso, siempre tan necesarios.

Un sistema en el que el individuo basa su acción en el apoyo con el otro más que en la preeminencia sobre el otro. Donde no se es más porque se acapara más, sino porque se convive más.

Para definir la misión que nos queda por delante, acabo robándole otra frase a Andrés Madrigal, más que nada porque no soy capaz de expresarlo mejor que él:

Nosotros como testigos de un tiempo agotado debemos enseñar a cultivar el amor a la vida y la hospitalidad hacia los otros.

Amen.

Juan Santiago