Si la función crea el órgano, está claro que primero fue el Camino y luego vinieron los albergues.

albergue camino

En relación con las polémicas que suelen surgir a la hora de analizar la conveniencia o necesidad de crear un albergue para peregrinos en un sitio determinado, podríamos aplicar aquel principio que estableció Lamarck en el siglo XVIII según el cual “la función crea el órgano”. Nunca dijo el gran naturalista que fuera al revés. Que fuera el órgano quien creara la función.

Es decir – y para entendernos – que no es que los caminantes empiecen a pasar por un determinado lugar porque previamente exista un albergue, sino que los alojamientos empiezan a ofertarse porque existe un flujo de caminantes que los hace necesarios.

O sea, que primero fue el Camino y luego llegaron los albergues.

Lo sé bien y por propia experiencia porque la primera vez que hice todo el Camino Francés, desde Valcarlos a Santiago, hace más de cuarenta años, no existían aún los albergues. De hecho, en el único en el que dormimos fue en O Cebreiro cuando éste estaba en obras y aún tardaría bastante tiempo en inaugurarse.

En aquellos tiempos, los albergues no existían pero sí existían los peregrinos. Con muchos de ellos  coincidí – es verdad que no había tantos como hoy – y con muchos compartí compañía y necesidades.

Vegadeo en el Camino

Traigo todo esto a colación a cuenta de la polémica surgida en torno a la ubicación de un albergue de peregrinos en la villa de Vegadeo, en el Occidente de Asturias, que, según sus promotores, debe ocupar el lugar de unos servicios de promoción económica existentes. La razón aducida es que existe una necesidad imperiosa de instalar un albergue con el fin de conseguir que pasen por ese concejo unos peregrinos que hoy día no lo hacen. Es decir, que, según quien lo promueve,  hay que crear un órgano para que pueda existir después la función.

No parece razonable, pero para determinarlo, yo creo que lo mejor es hacer un pequeño análisis de la realidad. Un análisis que, como es lógico y prudente, siempre debería ser previo a la toma de decisiones.

Veamos. El concejo de Vegadeo está en el ámbito del Camino del Norte. Un Camino ampliamente transitado pero no en la misma medida que lo es el Camino Francés. De hecho, según las estadísticas que ofrece la Oficina de Atención al Peregrino, quienes transitan por este Camino sólo suponen algo más del seis por ciento del total de peregrinos. Concretamente, para todo el 2016, algo más de 17.000 personas. Y de ellas, sólo alrededor de 10.500 comienzan su camino en alguna localidad anterior a Vegadeo y pueden, por tanto, pasar por el concejo.

A partir de aquí, es difícil determinar cuántos de estos potenciales peregrinos demandan exclusivamente alojamiento en albergue y cuántos buscan otro tipo de establecimiento. No parece exagerado, a juzgar por algunos datos encontrados, afirmar que aproximadamente el 60% de los peregrinos se aloja de manera exclusiva en albergues públicos de donativo o de bajo coste.

Aún así, y a pesar de que el flujo de caminantes no es ni de lejos parecido al que se registra en el Francés, es cierto que estamos ante un fenómeno que resulta interesante explorar desde el punto de vista de una actividad económica adicional que se sume a la propia de cada territorio. De ahí que, tan importante como abrir nuevas vías de negocio, sea potenciar las existentes y trabajar para consolidar la estructura productiva de cada zona con los instrumentos que ya se tienen.

El problema está entre San Román y San Miguel

¿Cuál es el problema en este caso? El problema es que, hace ahora treinta años, se inauguró el Puente de los Santos como vía de unión entre Asturias y Galicia (de Figueras a Ribadeo) lo que simplificó de manera extraordinaria la comunicación entre las dos Comunidades Autónomas.

El puente, que evitó el rodeo de la Ría por Vegadeo, tuvo exactamente el mismo efecto para el trazado del Camino del Norte que vio cómo se modificaba, pasando de venir por La Caridad → Tol → Abres/Trabada → Lourenzá a convertirse en La Caridad → Tapia → Ribadeo → Lourenzá. (Con la salvedad de los cruces en barca que iban directos a Ribadeo)

Se podrían dar muchas vueltas al fenómeno, pero la realidad de treinta años es tozuda y en estos momentos se puede asegurar que el flujo potencial de peregrinos que, según veíamos antes, podría pasar por el concejo de Vegadeo, se reduce en más de un noventa y cinco por ciento quedándose en algo absolutamente residual.

Esa es la realidad. La realidad sobre la que se deben articular las decisiones, sobre todo cuando aquéllas comportan inversiones importantes de dinero público.

Pero ¿quiere esto decir que, a la vista de los datos, no se deba realizar un esfuerzo público para tratar de acceder a esa actividad económica adicional de la que hablábamos antes?

Por supuesto que no. Mal gobernante sería aquél que no tratara de conseguir un beneficio para su territorio. Por supuesto que hay que explorar esta vía también. Por supuesto que hay que hacer un esfuerzo en esa dirección. Pero ¡cuidado! un esfuerzo sensato, prudente y proporcionado que opere sobre esa realidad.

Lo primero es crear la función

Y en este punto, está claro que lo primero que hay que hacer, antes de nada, es crear la función o, lo que es lo mismo, conseguir atraer una parte del flujo que hoy día evita el paso por Vegadeo. Una parte. No muy grande, por cierto, si somos realistas. Y no de la noche a la mañana, sino a lo largo de unos años y de una manera planificada.

lo importante es conseguir atraer parte del flujo que hoy evita el paso por Vegadeo

A este respecto, estoy seguro de que a todo el mundo le parecería estupendo que, en los próximos cinco años, se consiguiera desviar por el trazado tradicional un veinticinco por ciento de ese número de peregrinos que hoy cruza el puente. Ello supondría que, por Vegadeo y para el año 2022, se habría creado un flujo de unos 2.500 peregrinos que podrían utilizar una parte de las casi 150 plazas hoteleras del concejo, a las que se pudiera añadir algún albergue específico de donativo o bajo coste, público o privado.

Así las cosas ¿qué sentido tiene (y no quiero creer que sea megalomanía o empecinamiento) construir, previa demolición de un servicio público, un albergue de 30 plazas en un momento en el que no se ha dado ni un solo paso para tratar de crear ese flujo necesario?

Añadiré una pequeña reflexión: un albergue de 30 plazas y calculando una ocupación no muy ambiciosa del cuarenta por ciento supone una oferta de casi 4.500 pernoctaciones al año, poco menos del doble que esos 2.500 peregrinos a los que se podría aspirar en cinco años.

Añadamos la inversión total a efectuar, que no bajará de los 150.000 euros, y el coste de la pérdida del servicio destruido y podremos concluir que, al menos aparentemente, no estamos ante una decisión prudente y meditada, teniendo en cuenta que por lo mismo o muy poco más se dispondría de dos servicios en lugar de uno.

Algunas medidas previas

Parecería mucho más lógico empezar dedicando esfuerzo y tal vez algo de dinero a la tarea de cambiar la tendencia del trazado mediante una planificación de actividades y publicaciones – sobre todo con presencia contínua en los foros de referencia – que lleve, hasta esa parte de peregrinos a los que te diriges, el atractivo del camino tradicional previo a la existencia del puente. Que lo tiene, y mucho.

Y, sin duda, más prudente y económico que lanzarse a la construcción alocada de un albergue sería tratar de cerrar convenios con los empresarios que ofertan plazas de alojamiento en Vegadeo para que, mediante complementos municipales, lo hicieran a precios competitivos para los peregrinos. Sólo después de comprobar que el flujo se crea y crece, sería razonable abordar un edificio de nueva planta en suelo municipal que, además, debería ser modular para poder crecer si se constata su necesidad.

En esas condiciones y bajo esas premisas, nada indica que no pueda existir un albergue de iniciativa pública en el concejo de Vegadeo. Ahora bien, ¿eso quiere decir que necesariamente debe ubicarse en la villa?

El expolio de Abres

Llegados a este punto, no tengo más remedio que acordarme de las conversaciones mantenidas con José Joaquín Miláns del Bosch y de las charlas y escritos de Cándido Sanjurjo reivindicando ambos la posición de Abres en el Camino de Santiago.

Oía el otro día cómo alguien decía que hasta ahora nadie se había acordado del Camino a su paso por Vegadeo y pensaba que si los dos levantaran la cabeza podrían, tal vez, impartir alguna lección, si ese alguien estuviera dispuesto a escuchar y recibirlas.

si hay un punto en el concejo de Vegadeo que tiene relevancia jacobea ese es Santiago de Abres

Desde luego, si hay un punto en el concejo de Vegadeo que tiene relevancia jacobea ese es Santiago de Abres que, como todo el mundo puede entender, no se llama así por casualidad. Y es, precisamente, esa relevancia jacobea lo que constituye, desde el punto de vista cultural, su mayor y mejor patrimonio. Tanto es así que, si hay un punto en todo el concejo de Vegadeo que pide un esfuerzo de atención y de centralidad en el Camino, ese es, sin duda, el pueblo de Abres.

Por eso entiendo que, en caso de que fuera necesaria la implantación de un albergue público para peregrinos en el concejo de Vegadeo, ese esfuerzo debería situarse en Abres. De no ser así, el resultado final sería que nos situaríamos ante el expolio público de una parte importante de su patrimonio y de una pequeña fuente de riqueza a la que evidentemente tiene derecho.

Pero no sólo debería situarse allí por razones históricas o culturales, sino también por razones de índole práctica o de pura logística.

Es fácil de entender. Los albergues, generalmente, están situados en una localidad que es final de etapa. El problema está en que si el lugar de descanso y alojamiento se establece en la villa de Vegadeo el resultado sería la configuración de una etapa Tol → Vegadeo con una distancia de 15 kilómetros que es claramente insuficiente porque el tamaño medio de las etapas del Camino de Santiago está en el entorno de los veinticinco kilómetros.

Mucho más lógico es fijar el final de etapa en Abres, con una distancia que ya supera los veinte kilómetros y que no impediría que los caminantes se detuvieran en la villa  para abastecerse o tomar algo y continuar luego camino hasta Santiago de Abres donde descansarían hasta el día siguiente.

Por tanto, y para no cansar más, yo diría que esta polémica se debería encarar mediante el uso de tres cualidades que son básicas en casi todos los aspectos de la vida: prudencia, análisis de la realidad y respeto.

No parece mucho pedir.

Juan Santiago