sorayaEn repuesta a una pregunta  formulada en sesión de control parlamentario, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, ha afirmado textualmente: “Estaban ahí (se supone que los socialistas) para hablar de algo que afecta a todos los españoles y que sí que es un derecho de todos los españoles y no como el aborto que es el derecho a decidir lo que todos los españoles somos y significamos”. Lo primero que se nos ocurre decir es aquello de “quien te entienda que te compre” pero, si se examina la perla con cuidado, se comprueba toda su belleza. Vayamos por partes.

El primer inciso es una pura negación de la evidencia porque parece, no sólo admisible sino, sobre todo, exigible, que las fuerzas políticas se reúnan, precisamente, para hablar de las cuestiones que afectan a todos los ciudadanos y aún más si esas cuestiones forman parte de los derechos de todos los ciudadanos. Tendrá que explicar la señora vicepresidenta si eso le parece reprobable y, si es así, de qué se habla en las reuniones de su partido.

Por otro lado, resulta enormemente chocante esa definición de que el aborto “es el derecho a decidir lo que todos los españoles somos y significamos”. La verdad es que el argumento no me resulta comprensible, seguramente por mi propia torpeza, porque no quiero creer que la señora vicepresidenta equipare el aborto con el derecho que todos tenemos a decidir entre cosas significativas de la españolidad como, por ejemplo, si comemos tortilla de patata o paella, si somos del Madrid o del Barça o si nos gusta o no el Naranjito, por hablar de cosas que identifican a la esencia patria.

Pero lo sustancial de la intervención está en lo que se desprende de ella y que no es otra cosa que el convencimiento de que el aborto no es un derecho de todos. Como se tratará de agüir inmediatamente que el aborto es únicamente un derecho de las mujeres, me apresuro a decir que, evidentemente, en el estado de la evolución humana en que nos encontramos, el derecho a abortar sólo puede ser ejercido por las mujeres, pero ello no quiere decir que debamos confundir la esencia del derecho con su posibilidad de ejercicio.

A lo que vamos. Lo realmente preocupante es que la vicepresidenta, en realidad, lo que parece estar haciendo es abogar por lo que el profesor Presno Linera califica como “aborto censitario”, refiriéndose al hecho de que las últimas propuestas que hay sobre la mesa parecen conducir, en la línea del antiguo voto censitario, a una ley encaminada hacia la “movilidad exterior” que únicamente podrán practicar aquellas personas que tengan los medios económicos necesarios para llevar a cabo los abortos en el extranjero, como ya ocurría en este país en tiempos que, ingenuamente, creíamos olvidados.

Y volviendo a la naturaleza del derecho al aborto, no considero admisible, a pesar de las controversias que promueve, esa especie de prepotencia o desdén que se esconde en la devaluación que de facto se hace al contraponer los derechos de “todos los españoles” con el derecho al aborto. No debe olvidar la vicepresidenta que la propia ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, a cuya defensa viene obligada, establece que todas las personas tienen derecho a adoptar libremente decisiones que afectan a su vida sexual y reproductiva en el ejercicio de sus derechos de libertad, intimidad y autonomía personal, que son derechos de todos y que están amparados para todos por nuestra Constitución.

Y puesto que de derechos básicos y para todos hablamos, terminaría con una frase de la mexicana Liliana Fort, Doctora en Filosofía del Derecho:

Se trata de defender la vida digna, de personas que puedan integrarse a la humanidad y a su medio, y que tengan la conciencia, la educación y la posibilidad de decidir libremente cuántos hijos quieren tener, mediante el correcto funcionamiento del estado que cumple con los ideales constitucionales por los cuales fue diseñado.

Juan Santiago