La contínua apelación al sentido común como justificación política ha convertido a Rajoy en un auténtico influencer. A partir de ahí, hasta el más tonto de la clase ha aprendido a hablar sin decir nada.

Mariano, el influencer que marca tendencia

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Uno, en su ignorancia, siempre había creído que la política debía consistir, fundamentalmente, en la adopción de medidas, que afectan a la vida y el desarrollo de las comunidades, basándose en reglas conocidas y en argumentos racionales. Sobre todo porque, cuando uno se aparta de eso, empieza a entrar en el proceloso campo de lo mágico y lo esotérico.

Pues bien, está claro que no tengo ni puñetera idea de la cuestión. Lo demuestra el hecho de que estemos asistiendo en estos tiempos, y de una manera continuada, a la justificación de la política o de la toma de decisiones que han de influir en la vida de los ciudadanos, en base a principios meramente retóricos cuando no absolutamente desprovistos de racionalidad.

El sentido común de un influencer

Como estoy seguro de que ustedes ven o escuchan con regularidad los informativos, creo que no hará falta detallar las ocasiones en que aparece nuestro actual Presidente del Gobierno justificando alguna de sus más que discutibles decisiones con una apelación final al sentido común que zanja cualquier amago de controversia.

Uno podría pensar que el truco del sentido común, que es algo parecido a aquello de “por la gracia de Dios”, es algo consustancial al pensamiento Mariano como el trotecillo cochinero al estilo del conejo de Alicia o los pelos de dos colores. Es decir, algo que se da en él y que debería estar vedado para quienes se consideran políticos, digamos, normales.

Con Mariano, ni a por billetes de quinientos

Pero resulta que no, que el estilo Mariano se impone hasta convertir a su propietario en eso que ahora llaman un influencer. Un influencer es un tipo, no necesariamente muy listo, cuyas conductas e ideas son las tendencias que asumirán de manera casi borreguil otros individuos. En el caso que nos ocupa, políticos de diverso pelaje y signo político que acaban también siguiendo al gurú a través del pensamiento mágico e irracional.

Me hizo gracia el otro día cuando el predecible Mariano aprovechó sus vacaciones de Navidad en Galicia para inaugurar dos veces en la misma autopista y de paso apelar por enésima vez al sentido común de los que lo han vapuleado en Cataluña. Pero lo más gracioso no fue eso, sino contemplar a continuación a dos de los vapuleadores, Arrimadas y Rufián, apuntarse al carro del sentido mágico y justificar sus estrategias políticas de cara al próximo gobierno catalán, nada menos que en el sentido común. Si no estamos ante un influencer, que venga Dios y lo vea.

Hasta el más tonto de la clase

El sentido común.

Está bien esto del sentido común.

Es cojonudo esto de basar toda la acción política (sobre todo la injustificable o la que no se quiere explicar) en algo que no existe. En algo que no hay por qué detallar.

Lo peor de ello es que, sobre todo, estamos ante un ejercicio extraordinario de desprecio al que tiene derecho a recibir una explicación. Tanto es así el desprecio, que, en la práctica, nuestro influencer te hace ver que si sigues preguntando o pidiendo explicaciones es porque eres idiota y no entiendes nada.

El problema de esto no es que estemos presididos por alguien que ha hecho de la larga cambiada la suerte básica de su toreo. No. El problema es la tendencia, el ejemplo, la contaminación y los malos imitadores.

El problema es que ya, a estas alturas de la jugada, el más tonto de la clase, puede convertirse en gran preboste y sentirse el amo del mundo a base de tautologías, pleonasmos, perogrulladas y lugares comunes. Es decir, mediante el uso de los instrumentos propios del bobo solemne.

Ese es el problema.

Ese es el problema y así nos va.

Juan Santiago