Este Carnaval nos ha dejado como peor regalo un ataque a la libertad de expresión representada en unos humildes títeres.

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titeres desde abajo

 

Menos mal que ha llegado la Cuaresma y que se baten en retirada las huestes de Don Carnal con todas las víctimas colaterales que traen consigo.

Yo no se ustedes pero a mí, el miércoles de ceniza me produce una especie de paz interior que me reconcilia con el mundo. O casi.

Con él se van los ataques al nivel de glucosa que nos aportan orejas, teresicas, rosquillas o freixolos. Los atentados a la obstrucción de las arterias que traen cacholas, androyas y butelos. La capacidad de asombro que alcanzamos contemplando pregones y desfiles o el buen rollo que se desprende de alcaldes disfrazados de Napoleón, mosquetero o rotunda y oronda caribeña besuqueando el cartón de otro colega.

Y sobre todo, con el Carnaval se va una posibilidad de asistir a atentados contra la libertad de expresión, contra el sentido común o contra la dignidad de las personas.

titeres desde abajo

Es sabido que el Carnaval tiene un carácter absolutamente subversivo que está en su esencia. Eso bien lo sabía el dictador ferrolano que pegó el cerrojazo a las expresiones populares prohibiendo unas fiestas que permitían al débil hacer burla del poderoso suplantando su fachada o creando coplillas que se mofaban del poder constituido.

Podríamos creer que, ahora, muerto el perro se acabó la rabia y esa es la sensación que se transmite en las calles donde es posible asistir a parodias y charangas, donde incluso el poder es capaz de travestirse y desfilar ante el pueblo llano, pero sigue siendo éste un país de cerrado y sacristía en el que hasta tres ministros son capaces de aparecer con careta de solemne seriedad para condenar a dos personas que, en el entorno de ese carnaval, aparentemente permisivo, se han atrevido a poner en cuestión los sacrosantos valores que suponen la propiedad, la religión o el imperio de la ley. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

De modo que hay que poner coto a semejante desmán y apoyarse en una parte del aparato judicial para dar un escarmiento a esta panda de desarrapados y perroflautas que, al amparo de algún torpe gobierno que ha tenido, encima, la osadía de desplazarlos de nuestro sitio natural, hacen soflamas anarquistas

Así que, al trullo y dos pájaros que caen con el mismo tiro. O tres, si contamos la libertad de expresión.

titeres desde abajo

Esto es lo peor que nos ha traido el carnaval este año. Ríanse ustedes de pitos, saxofones, desfiles o besos apasionados.

Lo peor ha sido el fingimiento de un grupo de presuntos adalides del orden y el buen sentido, utilizando sin decoro conceptos tan sensibles como el terrorismo o el dolor de las víctimas para disfrazar lo que no es más que represión ideológica. Es decir, para convertir en pura charanga unos derechos ciudadanos en los que no creen.

Por eso y porque ahora llegan los potajes de bacalao, garbanzos y espinacas es por lo que siento un alivio especial desde que amaneció el miércoles de ceniza y Doña Cuaresma suplantó a Don Carnal.

Juan Santiago