El cambio climático, la desafección por  el medio rural y una serie de medidas desacertadas suponen una mezcla que propaga las llamas en nuestros montes.

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No es la primera vez que trato el tema de los incendios forestales; la ocasión anterior fue con motivo del gran incendio de la comarca de El Valledor en el año 2011. En 2015 y 2016 también hice aportaciones después del incendio de El Franco, ambos casos en Asturias. En esta ocasión se vuelve a reflexionar en la semana trágica de las llamas, con fuegos en Portugal, Galicia y Asturias, que se cobraron la vida de treinta y cinco lusos y cuatro españoles, miles de hectáreas y poblaciones arrasadas por las llamas.

Cada vez que ocurre una tragedia incendiaria tendemos más a buscar culpables y menos a aportar soluciones. También hoy buscaremos el origen, tratando de discernir el por qué de los incendios y dejaremos para otra ocasión –tal vez próxima- las aportaciones para recuperar el terreno después de los incendios.

Cambio climático y políticas acertadas

Como base debemos tener en cuenta que, si la climatología de la Cornisa Cantábrica es la habitual, lo pirómanos no logran su éxito tan fácilmente. El cambio climático, del cual se trató en la Cumbre de París 2015, COP21 y CMP11 es tendente a que la Tierra sufra mayores niveles de calentamiento, subida de temperaturas medias, entre otros efectos negativos; de cuyos acuerdos se salió hace unos meses EEUU, país que emite 3000 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, con lo cual la lucha contra el cambio climático será más compleja y lenta.

Analizamos la oleada de incendios del Noroeste de la Península Ibérica, pero debemos recordar que los focos de fuego se extendieron de forma simultánea por todo el contorno del área mediterránea. Razón mayor, que incita a pensar en directrices en un ámbito internacional, tanto de prevención como extinción.

En el panorama nacional cabe el análisis de la idoneidad de políticas acertadas. De forma muy simple: si tras la Ley de Montes estatal de junio de 2015, hay más incendios y más graves que antes, es suficiente indicador del escaso éxito. Habrá que revisar entre todos.

La segregación de competencias y transferencias a las Comunidades Autónomas da lugar una variada gama de acciones legislativas que –de forma colateral- se convierten en importantes para la prevención de incendios. Y tal como queda demostrado, los grandes incendios no entienden de fronteras naturales, como el río Miño, ni mucho menos de fronteras autonómicas.

Traigo a colación dos ejemplos: En Galicia la privatización de los servicios de extinción de incendios con la justificación de “es más barato y eficiente”; lo barato se sabe inmediato a la licitación del servicio; de los resultados de eficiente se pudieron comprobar esta semana.

En Asturias la medida aprobada en junio de 2009 de la obligatoriedad de colocar microchip al ganado equino, de forma colateral, pero importante incide negativamente en la prevención de incendios. Ya se advertía en su momento, ha mermado el número de caballos pastando el monte bajo de las sierras. Simplemente porque un vecino –tal vez jubilado- antes de incluir más gastos a la explotación, deja de tener caballos por tener que colocar dispositivo a sus animales. Así es como se corta un equilibrio de hombre y naturaleza, en este caso, en el que un solo paisano con su cabaña equina puede controlar en pasto gran número de hectáreas de monte libre de matorral.

No sólo estas causas analizadas son los causantes de la oleada de incendios y atribuibles directamente a la gestión política.

Desafección por el medio rural y gestión de los incendios

Existe una desafección generalizada por el medio rural, lo que da lugar a un importante despoblamiento y la carencia de actividades económicas de agricultura y ganadería, controladoras de los bosques, en busca de aquella (hoy utópica) relación hombre y naturaleza que existió hace unas décadas.

Las estadísticas son claras, cada año los incendios son más incontrolables y más devastadores; así pues no vamos en la línea correcta de gestión forestal.

Sobre todo habría que modificar la gestión de efectivos de extinción; dando continuidad a las actuaciones y con labores importantes de prevención. Es decir: convirtiendo los operativos temporales, en continuos; en donde el personal brigadista pase de ser contratado para campañas (cada vez menos previsibles) a ser personal fijo de la administración, bien personal laboral fijo o funcionario. Así de esta forma durante el invierno el personal técnico podría impartir formación y concienciación ciudadana y a su vez los operarios desarrollar labores de desbroces de vías forestales, mantenimiento de cortafuegos y puntos de agua, etc. Contra esta medida cabe la respuesta del gasto que ello supone, pero más caro resultan recuperar el terreno quemado.

no es utópico considerar la creación de un cuerpo especializado en prevención y extinción de incendios dentro de la Unidad Militar de Emergencia

Con los datos de la actualidad: número de focos, intensidad y daños de los incendios, considero que no es utópico considerar el estudio de la creación de un cuerpo especializado en prevención y extinción de incendios dentro de la Unidad Militar de Emergencia, reforzando el Grupo de Intervención de Emergencias Tecnológica y Medioambientales, de servicio continuo, o bien facilitando el tránsito del personal brigadista de las comunidades autónomas al ejército de tierra. Ello supondría una modernización del cuerpo armado y una optimización de los recursos ya existentes en el Estado.

A la par se debe reforzar la prevención de incendios en los procesos de reorganización de la propiedad, en concentraciones parcelarias, en donde todos los implicados pueden aportar su parte importante. Empezando por los propietarios que debe aportar porcentaje de terreno que se destine a zonas públicas de cortafuegos para mejor mantenimiento de las infraestructuras; incluso optimizando el terreno con un espacio mixto de camino forestal paralelo a cortafuegos que frene de forma más efectiva el avance del fuego.

En conclusión con una política internacional conjunta en prevención de incendios forestales, apoyada en acciones coordinadas con las comunidades autónomas y con una decidida apuesta por la continuidad de operativos de prevención y extinción, tal vez se merme considerablemente el avance de los fuegos, sean o no provocados. Lo que no puede ser es que cada vez que se sucede un gran incendio estemos clamando lluvia sin más solución.

Los datos de las consecuencias negativas son claros, con voluntad y coordinación se puede conseguir mermar los efectos de los incendios pese a los pirómanos e incendiarios.

Ángel Prieto Souto