La Feria de Muestras de Vegadeo no es sólo un evento comercial sino que es, sobre todo, el resultado de un compromiso colectivo en el que se implica todo un pueblo.

feria de muestras de vegadeo

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Se abre en Vegadeo (Asturias) una nueva edición – la quincuagésimo cuarta – de un evento que tiene especial relevancia para un concejo pequeño como es éste. Relevancia económica y relevancia social que le vienen dadas por una característica muy específica que es por lo que la traigo hoy a colación.

El hecho relevante es que, en un pueblo pequeño, enclavado en la periferia de la periferia y sometido, como la mayor parte del medio rural, a enormes tensiones de despoblamiento, un determinado evento se ha venido celebrando de manera ininterrumpida durante más de medio siglo.

Ese hecho no sólo no es habitual, sino que, casi, podría decirse que estamos ante un caso excepcional que sólo se explica por la existencia de algo intangible. Un intangible que, para mí, es la existencia de un compromiso colectivo que se materializa alrededor de ese evento.

Que ese intangible existe en el caso de la Feria de Muestras de Vegadeo creo que es algo indudable. Sólo si pensamos en una fuerza propia de la vieja Silvallana, podemos entender que una fórmula que, en realidad, no es novedosa ni, casi, propia de los tiempos actuales, haya sobrevivido hasta hoy y siga abriendo cada año sus brazos a los visitantes después de cincuenta y cuatro ediciones, varias crisis económicas y hasta una inundación.

Una comunidad comprometida

Para tener ese impulso hace falta detrás una comunidad comprometida. Una comunidad que entiende esa Feria como una seña de identidad. Como algo que la distingue de otras y que, por tanto, nos obliga a comprometernos con ella.

De ahí que se sucedan generaciones que asumen el compromiso por encima de modas, crisis o cambios políticos y que lo hacen de una manera casi natural, como si formara parte del ADN del pueblo y sus habitantes.

De ahí también que se hayan asumido a lo largo del tiempo, y alrededor de la Feria, reivindicaciones y consensos que sólo buscaban la consolidación y mantenimiento de algo que se considera parte de la sustancia de la comunidad.

Ahora bien, no hay que confundirse. No hay que confundir el compromiso colectivo de una comunidad que se identifica con algo y lo protege como propio, con fórmulas u ocurrencias que se piensan novedosas o milagrosas. No hay que confundirlo con comisiones patrióticas, con tormentas de ideas que paren ratoncillos o con reuniones variopintas que buscan adhesiones más que consensos.

No. El compromiso colectivo no reside en los gobernantes, ni en los organizadores, ni siquiera en uno u otro colectivo por muy importante que cada uno se crea. No se parte ni se distribuye entre unos u otros. Es un todo que asume su historia y sus valores y que se reivindica por sí misma de edición en edición.

Un pueblo que se reinventa

Por eso, durante cuatro días del mes de junio, un pueblo se reinventa a sí mismo en un evento que no sólo muestra productos comerciales o sirve platos de pulpo, sino que ofrece su compromiso colectivo para demostrar su importancia como una comunidad viva y orgullosa. Como una comunidad que tiene algo importante que ofrecer: su ejemplo como colectivo comprometido.

Por eso, nadie en su sano juicio se lo puede perder. Nadie se puede perder el espectáculo de un pueblo abrazado un objetivo. Nadie se lo puede perder porque, además de todo eso, el pulpo está estupendo, las instalaciones son una maravilla y la diversión está garantizada.

¿Qué más quieren?

Juan Santiago