La posibilidad de que esta gestora saque al PSOE de la crisis pasa por el hecho de que conceda el protagonismo a una militancia que debe ser la auténtica base del Partido.

elogio de la gestora

La situación real del PSOE no se puede definir con palabras como preocupante, delicada o traumática.

La profundidad de la crisis a la que han arrastrado al partido las élites dirigentes que aún están al mando es de tal calibre cuando se ve a ras de suelo y se refleja en las caras de los militantes, que si hay en este momento algún atisbo de solución ésta tendrá que pasar por auténtico proceso de depuración que aparte del camino a todos los responsables directos del desastre.

De cómo y con cuánta profundidad se haga ese proceso, dependerá que la salida al conflicto sea una salida en falso o la base sólida para una reconstrucción efectiva.

Siempre tienden los aparatos a hacer llamadas grandilocuentes a la unidad y a la generosidad como instrumentos de la acción política de los partidos. Pues bien, ha llegado la hora de que esos aparatos pongan en práctica la generosidad que predican y den pasos atrás o hacia un lado para dejar espacio a quienes han de ser los verdaderos protagonistas de la reconstrucción: los militantes.

Por eso hago referencia en el título al elogio de la gestora. No de la gestora nombrada en el último Comité Federal – que tiene en sí misma grandes lagunas de legitimidad – sino de la gestora como figura provisional que se crea en tiempos de vacío para ordenar el tránsito hasta la solución final.

En el PSOE es imprescindible hoy que se produzca un debate que parta de las bases para afianzar la estructura ideológica del proyecto y para ir designando a los representantes que deberán defender y protagonizar lo que resulte de esa base ideológica.

Ese debate ha de producirse. Pero, de una vez por todas, ha de ordenarse de abajo arriba, de la base a la cúpula, para dar solidez al proyecto resultante. De una vez por todas, hay que asumir que los tiempos y la realidad son los que son y que ampararse en conceptos como la historia o la cultura de partido no sirve ante una situación tan excepcional como la actual.

De la base a la cúpula

Recuerdo a Eduardo Madina defendiendo en la campaña de las últimas primarias la idea de que es necesario cambiar el orden de celebración de los congresos como medio real de dar protagonismo a las bases. Supongo que, puesto que no ha pasado tanto tiempo, siga manteniéndolo. Porque, en realidad, de eso se trata.

De que el depósito se vaya llenando desde el fondo y no de que el agua vaya discurriendo hacia abajo por goteo de la cúspide. De que las agrupaciones debatan principios y políticas y nombren los representantes que han de defenderlos en congresos provinciales y regionales para que éstos, a su vez, fijen posiciones y representación en un Congreso Federal que, finalmente, con todo el bagaje obtenido, elabore el proyecto y nombre una dirección acorde con él.

De eso se trata. No de transformar el partido en asambleario, sino de que la primera voz sea la de la piedra de bóveda que es la militancia.

Cuestión de generosidad

Leo en los medios que una serie de dirigentes está pidiendo la celebración inmediata de un Congreso Extraordinario. No me parece mal, antes bien, creo imprescindible la apertura de un proceso congresual. Pero no he oído a ninguno de esos dirigentes pedir que el proceso empiece por la base.

Se dirá que los estatutos actuales dicen lo que dicen.  Es verdad, pero dejando a un lado la flexibilidad con que, en muchos casos – como en el de la actual gestora – se trata a los estatutos, también es verdad que existen mecanismos para adaptar el proceso de debate de modo que se pueda producir desde la militancia.

Volvamos al título e imaginemos por un momento que la generosidad anida en todos los cargos orgánicos actuales. Imaginemos por un momento que todas las agrupaciones quedan sin comisión ejecutiva y hay que nombrar gestoras que inicien un proceso de renovación. Imaginemos que eso ocurre también en los niveles intermedios, en los comités regionales y en el Comité Federal. El proceso estaría servido.

¿Por qué no? ¿Por responsabilidad? ¿Por cultura de partido? ¿Por amor al cargo? ¿Por falta de generosidad? ¿Porque hay que salvar los muebles? Y, por cierto, ¿qué muebles? Porque en el solar da la sensación de que no hay ni dónde sentarse.

Ya sé que imaginar cuesta poco y que pedir generosidad a quien lleva tanto tiempo afilando el cuchillo es como pedirle a Hanibal Lecter templanza a la hora de comer, pero ande alguno con ojo no sea que con ese cuchillo tan afilado acabe haciéndose el harakiri.

Juan Santiago