iglesias garzon

Es un hecho que en los estudios demoscópicos previos a las elecciones europeas de 2014 se reflejaba un aumento considerable de la intención de voto en favor de Izquierda Unida y una tímida aparción de Podemos.

Finalmente, Izquierda Unida consiguió un incremento de sus apoyos electorales estimable que no cumplió con las expectativas, y Podemos irrumpió con más de un millón de votos logrando un resultado que nadie había conseguido predecir.

Ese fue sin duda un punto de inflexión y, apartir de ahí, la práctica totalidad de los nuevos estudios demoscópicos han coincidido en un cruce de curvas, ascendente para Podemos y descendente para Izquierda Unida.

Como todo ha de tener unas causas, resulta pertinente adelantar hipótesis que puedan explicar un fenómeno que parece haber tomado una velocidad de crucero imparable y que puede resultar crucial para el futuro de la izquierda española y de los posibles procesos de convergencia que, al menos a algunos, nos parecen deseables.

Mi hipótesis al respecto se centra en la descapitalizacion de cuadros que ha sufrido IU y que se plasma en el hecho de que en el panorama político de las fuerzas a la izquierda del PSOE nos encontremos con que han surgido unos cuadros, cuyo lugar natural de ubicación parecía estar en las filas de la izquierda tradicional y que, por distintas causas, en lugar de permanecer en esa ubicación natural se han posicionado en la creación de una nueva fuerza política.

Se trata de unos cuadros que tendrían que haber promovido una renovación de esas fuerzas de izquierda para colocarlas en una posición que fuera acorde con los nuevos posicionamientos sociales surgidos con el 15 M pero que, en lugar de ello, se trasladaron casi en bloque fuera de la estructura existente despojándola de un nuevo discurso que ha sido el que ha anidado en el nuevo partido.

Dejando a un lado lo de la transversalidad, no hay más que examinar lo que podíamos llamar el ADN político de los distintos miembros de Podemos que han resultado elegidos en los procesos de estrucutración regional y estatal, para darse cuenta de que perfectamente podrían haberse encuadrado en una organización de izquierdas que, renunciando a cierto monolitismo endémico, les hubiera permitido desarrollar un tipo de acción políitica del corte del que surgió en las plazas.

Una prueba adicional de ello está en las dificultades que algunos de los que decidieron permanecer están padeciendo en los procesos de renovación que IU on ha emprendido, quizás comprendiendo y asimilando esta posible causa de la desafección. Si Cayo Lara ha mostrado una sensibilidad renovadora en relación con Alberto Garzón, la realidad es que en Madrid, Tania Sánchez y Mauricio Valiente está sufriendo en sus propias carnes las resistencias de los «históricos».

Evidentemente, sería hacer política ficción cualquier elucubración sobre lo que hubiera sido y no fue, pero las tendencias electorales que se adivinan indican que el proyecto de IU, que es a mi juicio parte de la izquierda necesaria en este país, podría tener un boquete que le condujera a la desaparición o a la irrelevancia cuando, previamente a la irrupción de Podemos en las europeas, se estaba configurando como emergente y en disposición de intentar el sorpasso. El problema es que no queda mucho tiempo y parece que se hace inevitable la convergencia. Clarto, que dos no convergen si uno no quiere.

Juan Santiago