La solución del problema de Cataluña no puede estar en manos de un partido que ha conculcado de manera repetida la legalidad y el Estado de Derecho

cataluña y el pp

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Pues, nada, habrá que referirse a Cataluña. Está claro que, en estos tiempos, si no hablas, escribes u opinas, en general, sobre Cataluña, la gente piensas que eres poco menos que gilipollas. Y, claro, como ninguno queremos que nos tomen por gilipollas, aquí está todo el personal largando sobre lo mismo.

Así las cosas, a mí me gustaría centrarme en el contexto del problema. O, más bien, en el origen. En tratar de poner de manifiesto de dónde provienen los polvos que nos han llevado a semejante lodazal.

Hacer política

Es indudable que el punto de partida de la situación actual hay que colocarlo en 2004, cuando comienza la tramitación del Estatut de 2006. No hace tantos años, pero cuando, ahora, se habla de la necesidad de una negociación política para dar salida al problema de Cataluña, se olvida a veces que ese proceso de negociación se produjo, primero en el Parlament y luego en las Cortes Españolas. Parece olvidarse que fue un proceso que consistió en un auténtico encaje de bolillos, en el que todos los partidos, menos uno, dejaron pelos en la gatera y que acabó con más de una carrera política.

Un proceso que estuvo a punto de descarrilar más de una vez y que sobrevivió gracias a que la mayor parte de los políticos involucrados se dedicaron a hacer política, a debatir y a pactar. No se olvide que los últimos escollos se salvaron tras una reunión nocturna de más de seis horas entre Zapatero y Artur Mas y que el sentido del voto de Esquerra Republicana se modificó de la votación del Congreso a la del Senado.

No se olvide tampoco que aquello que salió del pacto político se presentó a los ciudadanos catalanes para que lo refrendaran, cosa que hicieron en junio de 2006.

Todos menos uno

En todo aquel proceso todo el mundo transigió. Todos los partidos, menos uno, tuvieron tensiones internas entre sus distintas sensibilidades. Recuérdese, por ejemplo, la posición de Pascual Maragall en el Partido Socialista o la ruptura del tripartito que gobernaba Cataluña. Todos hicieron política, debatieron y acordaron. Todos, menos uno. El Partido Popular, con Mariano Rajoy ya al frente.

El PP quedó solo en Cataluña con sus 15 diputados (el 11% de la Cámara) votando no al proyecto frente al voto favorable de los restantes 120.

Tan sólo el Partido Popular se opuso a debatir ese proyecto en las Cortes Generales, hizo, además, una propuesta absolutamente ilegal (es bueno recordarlo ahora) para que el proyecto se votara en referéndum en toda España y se echó a la calle a recoger firmas como el mejor de los pancarteros.

Fue el PP, de la mano del leguleyo mayor del reino, Federico Trillo, experto en aviones baratos y en procedimientos judiciales trileros, quien presentó recurso contra el Estatut incluyendo en él artículos que estaba aplicando en otras autonomías.

Pero, ¿qué broma es ésta?

Fueron los mismos que ahora proclaman en encendidas soflamas el imperio de la Ley y del Estado de Derecho.

Y, al oirlos, siempre me ocurre lo mismo. Siempre me pregunto aquello de ¿pero, que broma es ésta?

¿Cómo es posible que quienes crearon el problema y retorcieron la Ley a su antojo excomulguen a otros usando en vano el nombre del Estado de Derecho?

¿Cómo puede ser que eso lo lleven a cabo quienes han cometido todo tipo de tropelías, ilegalidades manifiestas y otras figuras jurídicas que prefiero no calificar y que ponen incluso en cuestión su propia legitimidad como gobierno?

Pero, ¿de qué estamos hablando?

¿De Cataluña? ¿De España? O, tal vez, ¿del miedo a no estar amarrado al poder?

La solución al problema de Cataluña está, a mi juicio, en volver a 2004 o a 2006.

Por cierto, ¿por qué no se sometió a referéndum de los catalanes el Estatut totalmente reescrito o reinterpretado por el Constitucional? ¿Era eso ilegal? Porque lo cierto es que lo que salió de las casi 500 páginas de la Sentencia no era el mismo Estatut que se había votado el 18 de junio de 2006.

¿No podría ser un punto de partida?

La verdad es que admito mi ignorancia. No lo sé.

Pero algo tengo claro. Lo que tengo claro es que, de una vez por todas, algunos deberían apartar sus sucias manos del Estado de Derecho.

Juan Santiago